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OPINIÓN
Columna
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Vigilia electoral

El último Euskobarómetro sobre las elecciones autonómicas de marzo anuncia grandes novedades en la distribución de los 75 escaños del Parlamento vasco. La espectacular remontada de los socialistas vascos (PSE), la decisión adoptada por EA de no seguir concurriendo a las urnas en coalición con el PNV y la ilegalización de ANV y del PCTV hacen imaginable que el cargo de lehendakari -ocupado por los nacionalistas desde la creación de las instituciones autonómicas- cambie de manos. Aunque en 1986 los socialistas aventajaron al PNV en dos escaños tras la escisión de Carlos Garaikoetxea, finalmente tuvieron que conformarse con una participación subordinada en el Gobierno de Ardanza.

El sondeo del Euskobarómetro coloca en un pañuelo al PNV (26-28 escaños) y al PSE (25-27)

El sondeo del Euskobarómetro coloca en un pañuelo al PNV (26-28 escaños) y al PSE (25-27 escaños) como favoritos. El sistema electoral, adaptado a la visión confederal del País Vasco de los nacionalistas, equipara a los parlamentarios de cada territorio pese a sus desiguales poblaciones: Vizcaya casi dobla a Guipúzcoa, que a su vez duplica a Álava. Pero las reglas del juego electoral no deberían ser impugnadas con efecto retroactivo por el equipo derrotado, máxime si ha sido -como el PNV- su aprovechado inventor.

Si los resultados del PNV y el PSE fuesen muy parejos, ¿tratarían de constituir un Gobierno de coalición, presidido por el partido vencedor, o buscarían fórmulas alternativas? En cualquier caso, el sondeo da un amplio margen para un Ejecutivo formado por el PSE y el PP (13-15) o para un monocolor socialista con apoyo parlamentario popular. Aun cuando el PNV recibiese el respaldo del resto del Parlamento -EB (3), EA (2-4) y Aralar (1)-, no alcanzaría una mayoría absoluta alternativa. En vísperas de las autonómicas de 2001, PP y PSE se concertaron para desalojar a los nacionalistas del Gobierno de Vitoria; de haber triunfado en el empeño, el lehendakari habría sido el popular Mayor Oreja, presumiblemente más votado que el socialista Nicolás Redondo. Aunque el cuento de la lechera no se hizo entonces realidad, esta vez la posibilidad parece mejor fundada; la diferencia estribaría en que el candidato a lehendakari no sería el popular Basagoiti, sino el socialista Patxi López.

Pero no sólo los sondeos pueden incurrir en errores y ser incapaces de detectar el voto oculto, sino que además la campaña electoral puede modificar el panorama. Se da por descontado que la izquierda abertzale controlada por ETA no logrará presentar listas blancas que la fiscalía no pueda impugnar ni el Supremo prohibir. De ocurrir lo contrario, los representantes de los votantes de la izquierda abertzale heredera de Batasuna (cuya media fue de 150.000 electores) alterarían la relación de fuerzas parlamentaria. En cualquier caso, el surrealista proceso penal abierto por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco contra los candidatos Ibarretxe y López -su comienzo estaba previsto para la próxima semana- podría rescatar a las papeletas radicales del limbo de la abstención, el voto en blanco o el voto nulo para encaminarlas hacia el PNV, EA o EB. -

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