Profetas y matones

Como soy epidémica y profundamente miedoso me da mal rollo ver películas de terror a solas, e incluso acompañado si sé que luego me espera la soledad de mi casa. Por lo tanto evito las tentaciones masoquistas y cambio inmediatamente de canal cuando percibo que anda por medio el programa Milenium, movidas esotéricas, noticias del más allá, rastro de azufre, cuernos y rabo. También me pone nervioso su teatral y gótica puesta en escena, la iluminación, los monjes encapuchados, la música de ultratumba. Y estoy dispuesto a salir corriendo de espectáculo tan mosqueante en la noche del miércoles cuando escucho que el profeta Malaquías certificó que el Papa actual será el penúltimo de la historia y que después del siguiente se acabará la Iglesia.

Ante predicción tan consoladora y gozosa decido quedarme un rato y ampliar conocimientos, pero enseguida aparece un cura iconoclasta que cuenta que a Malaquías había que exiliarlo del santoral, que no era trigo limpio y que lo más meritorio que hizo en su vida fue morirse en brazos del eximio San Bernardo. Y el que se exilia soy yo, presintiendo que van a condenar al infierno al autor de profecía tan sana como utópica.

Hablando de religiones constato con terror aunque sin estupor (por la maldita costumbre) que los hijos de Yahvé están haciendo puré en Gaza a los hijos de Alá. Por autodefensa, aseguran con excesiva desvergüenza y bochornosa impunidad. O sea, porque pueden hacerlo, porque les sale de los genitales, porque son Goliath, porque las moscas les lanzan zumbidos en forma de cohetes y ellos se las cargan a cañonazos a ellas y a sus descendientes. Bueno, a los críos les dan matarile porque los fanáticos papás y las deshumanizadas mamás les colocan como escudos humanos, afirman sin sonrojo los verdugos y sus miserables voceadores. Y Obama calladito. Que hasta el día 20 el boss sigue siendo Bush.