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NOCHEVIEJA EN EL NUEVO PUERTA DE HIERRO

Campanadas sin sonido en el hospital más polémico

Marisco, solomillo en salsa y lomo en la habitación 102.- Algunos pacientes del Puerta de Hierro intentaron celebrar la fiesta como en casa

El menú no pintaba mal. Crema de marisco, solomillo con setas al aroma de moscatel, crema catalana y una cajita con dulces navideños. Ni pintaba ni olía nada mal, pero en la habitación D-102 del nuevo hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (que ha protagonizado el traslado más polémico en 2008, por las prisas de su apertura) la cena de Nochevieja quedó intacta. Rafael Rey, vendedor de la ONCE de 47 años, miraba el solomillo y casi le daba pena. "Es que con lo que ha traído mi mujer ya nos hemos puesto las botas...". A saber: canapés de salmón, embutidos, marisco y -coincidencia- solomillo. Casi como en casa. De eso se trataba. De intentar revestir de normalidad una situación extraordinaria. Allí se comieron las uvas Rafael, su mujer y sus dos hijos. Y las campanadas, con auriculares. A las 23.30, el volumen de los televisores está programado para quedarse mudo. Sin excepciones. Otros 460 pacientes vivieron la Nochevieja en el hospital. Y los médicos, y los enfermeros, y los auxiliares...

"Algunos enfermos se sienten solos y nos llaman", dice un enfermero
La cafetería cierra a las ocho en Nochebuena y en Nochevieja
La televisión enmudece media hora antes de las campanadas
Las urgencias llegan de madrugada: accidentes, reyertas...
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Un traslado con polémica

Algún adorno navideño aquí y allá. Algún trabajador con gorro de Papá Noel caminando a paso ligero por los largos pasillos. Poco más. Parecía una noche como otra cualquiera en el hospital Puerta de Hierro, en Majadahonda. Pero al curiosear frente a las puertas entreabiertas, se distinguían mesas improvisadas, con platos de plástico, embutido a lonchas y botellas de cava. En los controles de enfermería, en una salita de urgencias, en las habitaciones de los pacientes... Cualquier sitio servía para despedir el año.

En la D-112, la familia de Ramón Martínez, de 74 años, recién operado de un aneurisma aórtico, acaba de cenar. La Nochebuena les pilló desprevenidos y tuvieron que conformarse con un sándwich de máquina. La cafetería cerró a las ocho, igual que el día 31. "A mi padre le dio tanta pena vernos así que esta vez hemos traído de todo. Lo hacemos por él, para animarle", cuenta su hija Cristina. El menú -lomo, jamón, berberechos, mejillones...- es encomiable, pero no se puede comparar con el despliegue de la 102, donde Rafael, su mujer, Paloma, y sus dos hijos adolescentes Lorena (13 años) y Jonathan (19) se han dado un festín.

Con todos los utensilios necesarios. Termo para mantener caliente la salsa del solomillo. Tabla de madera para cortar el embutido. Copas de cava del chino. Y adonde no llegan los medios, llega el ingenio. "La bebida la tenemos ahí, en la nevera", dice Rafael mientras señala la ventana, de la que cuelgan varias bolsas por la parte de fuera. Para Nochebuena trajeron de casa hasta una tostadora. "Menudo pantumaca nos salió", recuerda Paloma.

Se acerca la hora de las campanadas y en muchas habitaciones de la planta de medicina interna los enfermos están solos. Muchos son mayores. A algunos les han ido a ver antes; otros reciben llamadas de familiares; otros ya sólo piensan en dormir. "Hoy nos están llamando mucho al timbre. Se sienten solos y buscan cualquier excusa para que vayamos a verlos", dice Enrique Bustillos, enfermero de 23 años. A ratos, cuando el trabajo les deja, él y sus tres compañeros de planta van poniendo la mesa. Cada uno ha traído algo de casa. Tienen hasta un mantel rojo, especial para la ocasión "Ya lo he usado varias veces. Es mi cuarta Nochevieja trabajando", confiesa Nuria Palomar, auxiliar de enfermería de 37 años.

La televisión enmudece en las habitaciones a las 23.30 en punto. En el nuevo Puerta de Hierro no hay quejas porque el paciente de al lado tiene muy alta la película. Para evitarlas, el que quiera escuchar la tele por la noche tiene que traerse los auriculares de casa. O comprarlos. El hospital los vende a un euro, la misma tarifa que una hora de televisión. Los enfermeros confiaban en que, al ser un día especial, alguien se habría acordado de reprogramar el sistema. No es plan de leer los labios de los presentadores de las campanadas. Pero no. Carillón y cuartos mudos. Rafael y familia se han hecho con dos pares de auriculares. Tocan a pinganillo por cabeza. Se tienen que sentar bien juntos porque el cable no da. Y se lo toman a cachondeo. Los auriculares se caen. "¡Papá, que te lo pierdes!". Uno, dos, tres...

"¡Feliz año!", saluda al entrar en la habitación Nuria, la auxiliar. Los enfermeros han podido tomarse las uvas frente al televisor. Pero ha sido visto y no visto. "Este año voy a tener una suerte tremenda", cuenta Nuria, muerta de risa, "porque nada más comerme las uvas he ido a por una cuña con una m... así de grande". Ya puestos, aprovecha para pedirle algo al año nuevo: "¡A ver si en abril me renuevan!".

Mientras, las urgencias han estado bastante tranquilas. "Es como cuando hay fútbol. No viene nadie hasta que acaba el partido", dice una médica joven con varias Nocheviejas trabajadas a la espalda. Lo peor está por llegar. "A partir de las cuatro de la mañana solemos tener muchos apuñalamientos, reyertas, accidentes de tráfico...". Y borrachos. Como uno que se les acaba de largar, enfadado porque tardaban en atenderle. "Pero de éstos también tenemos un martes o un miércoles cualquiera", matiza. ¿Y qué hay de cierto en esa leyenda urbana navideña de la decena de heridos en un ojo al descorchar la botella de cava? "Pues nunca me ha tocado atender a ninguno", ríe. Pues sí que va a ser una leyenda.

El Puerta de Hierro atendió el día 31 (de las ocho de la mañana hasta la misma hora del día 1, lo que dura la guardia de los médicos) 398 urgencias. "Como un día normal", explica una portavoz del centro. Sólo que con campanadas sin sonido y banquetes en las habitaciones.

Rafael, Paloma, Lorena y Jonathan se comen las uvas en la habitación 102 con los auriculares puestos.
Rafael, Paloma, Lorena y Jonathan se comen las uvas en la habitación 102 con los auriculares puestos.E. G. S.

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