Fallos en cadena
Esta crisis está revelando no pocas insuficiencias en el funcionamiento de los sistemas financieros más avanzados del mundo. Fallos de mercado, fallos regulatorios y, desde luego, fallos en el ejercicio de la supervisión. La magnitud de la estafa originada por la firma de Bernard Madoff, sus métodos, la especial significación de los estafados, la inoperancia de los supervisores o de las compañías de auditoría, vuelven a generar una muy significativa merma de la credibilidad en el sistema financiero más importante y sofisticado del mundo. Nunca un sistema financiero, unas instituciones económicas, habían sufrido una enmienda tan importante al funcionamiento de instancias básicas, desde los propios supervisores hasta las compañías de auditoría, pasando por las agencias de rating y, desde luego, los hasta hace poco más respetados bancos del mundo, con prácticas distantes del rigor y, en algunos casos, del buen gobierno corporativo.
En efecto, los fallos también hay que extenderlos a la capacidad de los selectos estafados en el mayor esquema Ponzi de la historia, entre ellos instituciones con tradición, compañías de seguros, grandes gestoras y algunos de los banqueros más importantes de Europa.
¿Cómo es posible que entre los timados se encuentren algunos de los más sofisticados y exitosos inversores del mundo? La razón no puede ser otra que la presunción por parte de esos inversores de que Madoff disponía de ventajas específicas, no todas ellas conseguidas con juego limpio, sino asociadas a su imagen de gran insider, probablemente derivada de su antigua posición al frente del Nasdaq. De connivencia, también exclusiva, con algunas instituciones.
Estaba muy extendida la suposición de que el capitalismo de amiguetes que emergió como explicación de la crisis asiática de 1997 era exclusivo de países en desarrollo, periféricos; que uno de los rasgos diferenciales de las economías avanzadas era la calidad de sus instituciones, incluido el juego limpio de sus principales agentes. Ahora se viene observando, en realidad desde la crisis de Enron, que la referencia más vinculante, el capitalismo estadounidense -y el de otros países de la OCDE- presenta agujeros preocupantes. Supervisar correctamente no es inhibirse, ni tutelar en exceso el comportamiento de las empresas financieras; es definir exigencias compatibles con la eficiencia que han de desempeñar los sistemas financieros al servicio de sus economías.
Esta crisis ya está dejando consecuencias muy graves en términos de pérdida de riqueza financiera y de contracción del PIB en todas las economías de la OCDE. No menos preocupante sería la que erosionara la confianza en las instituciones públicas y privadas en las que se basa el sistema económico y financiero. Preocupación que también ha de estar muy presente en nuestro país, donde la dosificación crediticia a las empresas y familias está coexistiendo con un comportamiento bancario que puede llegar a sufrir un deterioro reputacional, no debido precisamente a la utilización de facilidades de financiación públicas, sino a simples errores que sean percibidos como incompatibles con los intereses de los clientes y accionistas. La crisis en España puede revelar tardías vulnerabilidades no suficientemente anticipadas. -
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