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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Con sangre entra?

Con motivo de la sentencia que condena a una madre a pena de cárcel y alejamiento por maltrato hacia su hijo, ha salido a colación pública la eterna cuestión sobre la necesidad u oportunidad de aplicar el castigo físico para educar a los hijos.

Me sorprende el elevado porcentaje de personas que manifiestan y afirman, como si de un axioma se tratara, que unas bofetadas a tiempo son mano de santo para que los chicos comprendan los límites y se conviertan en adultos cívicos y respetuosos. Hay un aspecto que no cabe duda, cuando aplicas castigo físico para frenar, reconducir o reprender la conducta que no parece apropiada, la reacción es inmediata y se obtiene la respuesta esperada a corto plazo; el niño, atemorizado, depone su actitud. Pero asimismo, también hay otro aspecto a tener en cuenta: esta teoría lleva en práctica miles de años, y parece ser que no hemos conseguido que la humanidad se comporte de manera exquisita y depurada.

Esto demuestra que la receta de la violencia no es sinónimo de reflexión y concienciación, muy al contrario, induce a los niños a devaluar el diálogo y la negociación como solución ante las discrepancias, proponiéndoles como alternativa eficaz la práctica de comportamientos agresivos que, con alta probabilidad, arrastrarán durante toda la vida.

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Los adultos que consideran apropiadas las bofetadas, ¿aceptarían ser reprendidos con el mismo método cuando cometen o mantienen actitudes que otros consideran inapropiadas.

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