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Columna
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Tanto en la tierra como en el cielo

Muchos hombres al cruzarse con una mujer le miran el escote. Nada nuevo. Lo excepcional es que cada vez más hombres, cuando se cruzan entre sí, se observan las zapatillas. Ya hace un par de años que se desató una fiebre mundial por las deportivas. En 2006 en Madrid se celebraron las exposiciones Nike Heritage, una retrospectiva de 30 años sobre la marca; y We love sneakers, una exhibición de playeras customizadas por diversos artistas. Entonces la pasión por las zapatillas era cuestión de unos cuantos excéntricos, fashionvictims o simplemente avanzados a su tiempo. Es ahora cuando la adicción por el calzado deportivo está pasando de ser un objeto de museo a un objeto de consumo compulsivo por gran parte de veinteañeros y treintañeros.

Madrid acogió en 2006 dos exposiciones sobre zapatillas de deporte

Las zapatillas ya apenas representan una opción entre los jóvenes; hoy son, básicamente, la única alternativa aceptable. En los años ochenta llevar deportivas te englobaba en una determinada tribu urbana o te asociaba al deporte. Hoy, sin embargo, las zapatillas son el calzado estándar de la juventud, no denotan una tendencia vital o una edad concreta, eso lo determinará el modelo o la marca.

El creciente interés de los chicos por su vestuario se refleja principalmente en las playeras, quizá porque es la prenda más discreta a través de la cual exteriorizar una voluntad estética que, para muchos jóvenes, sigue siendo un tabú. El deporte es la coartada que libra a gran parte de los hombres de sentirse o de ser percibidos de manera afeminada al preocuparse por la moda (a pesar de que las zapatillas son un declarado fetiche sexual de una parte de gays autodenominados zapas).

La fiebre por las deportivas ha instado a prestigiosos diseñadores a crear modelos exclusivos: existen unas Le Coq Sportif de cristales Swarovski, Converse lanzó una reedición de las All Star que usaba Kurt Cobain enriquecidas con textos de los cuadernos privados del cantante y Nike incluso puso a la venta las Dunk High the melvins, una copia de las playeras que llevaba O. J. Simpson la noche en que asesinaron (¿mató?) a su ex mujer. El interés por la distinción y por la exclusividad ha empujado a Adidas a comercializar la Adiclor W1 Box: una caja con unas zapatillas blancas y un montón de pinceles y pinturas para decorarlas. Nike también ofrece en su web el proyecto ID (Individually Designed), que permite a cualquiera personalizar el calzado eligiendo los colores, las texturas e incluso las frases a bordar sobre el talón.

Aunque quizá la gran muestra de la pasión juvenil por las deportivas fue la campaña McFly2015. Durante años una página web fue recogiendo peticiones de miles de personas de todo el mundo para que Nike pusiese a la venta las zapatillas que Marty McFly lucía en la segunda parte de Regreso al futuro (ambientada en 2015). Finalmente, este verano la marca americana lanzó un modelo parecido apadrinado por Kobe Bryant (que incluso llegó a la presentación en un Delorean) que no satisfizo a los fans, pero que enseguida alcanzó los 1.200 dólares en eBay.

Hoy estar a la última es tener unas Vans, unas Bikkembergs, unas Múnich o unas Ganso. Una vez que llevar zapatos de cordones, mocasines, botas, castellanos o náuticos se ha vuelto intolerable para los jóvenes que más o menos aprecian ir con los tiempos, el reto está en destacarse con las zapatillas más exclusivas o simplemente más en boga, más elegantes, más atrevidas.

Quizá acompañado de la pasión por las zapatillas (en inglés llamadas sneakers -del verbo sneak, que significa deslizarse sigilosamente- porque cuando se inventaron a finales del siglo XIX resultó sorprendente el mutismo de su suela de goma) ha llegado recientemente a Madrid el shoefiti. Este término, un cruce entre las palabras shoe (zapato) y graffiti, alude a una moda importada de Estados Unidos y Canadá consistente en colgar zapatillas de los cables de la luz o el teléfono. Existen varias teorías para explicar este fenómeno: un ritual de graduación, de pérdida de la virginidad, para marcar el territorio entre bandas, el lugar donde se pasa droga, el sitio de una muerte reciente, o quizá sea simplemente una nueva forma de decoración suspendida. En cualquier caso, cada vez hay más deportivas en el cielo de Madrid atrayendo la mirada tanto de mujeres con escote como de hombres en zapatillas.

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