Última estación, noticia de primera
Villaverde Alto conserva todavía cierto aire de pueblo hasta en el nombre
El titular de portada rezaba a cuatro columnas: ¡CONSEGUIDO! Así, con mayúsculas. "Es uno de los artículos que más satisfacción me ha dado escribir", dice de aquella pieza de 2007 Blanca Mohedano, redactora del periódico mensual Distrito Villaverde. Lo ¡conseguido! fue la estación de metro, a pocos metros de la redacción: "Después de años de discriminación la gente por fin pensó: 'Ahora sí somos Madrid".
Este rincón histórico de la ciudad conserva cierto aire de pueblo hasta en el nombre, dividido en Alto y Bajo. Casitas, comercios pequeños, gente trabajadora, los bares llenos de buena mañana. Su periódico lleva 15 años "proporcionando páginas en blanco para los vecinos", afirma el director, Ángel Murado Alcañiz: "Decimos lo que queremos, porque no necesitamos apoyo de nadie". Sustentado por publicidad en su mayoría de negocios de la zona, el periódico tira unas 40.000 copias gratuitas.
El periódico del barrio sale gracias a la publicidad de los negocios de la zona
"Defiendo la prensa de proximidad porque visto un telediario, vistos todos", explica el director. "Los grandes medios se nutren de las mismas fuentes..., nuestras fuentes son otras: la gente". En su último número, el periódico se hace eco de "el abuso del colegio Verduna", cuya directora obliga a los padres a comprar el chándal "oficial", amenazando con "medidas legales" a quienes adquieran un plagio. Puede parecer banal, pero al día siguiente, la web www.distritovillaverde.net tenía 1.000 visitas y más de 100 comentarios. "Es impresionante el poder de un medio tan pequeño", dice la redactora. "Escribí un artículo sobre unos bordillos inaccesibles y, a los dos días, los habían rebajado". Pequeñas soluciones que hacen mucho por un barrio.
A pesar de ser cabecera, cuando el tren llega a Villaverde Alto, el túnel sigue. ¿Dónde van los trenes después de la última parada? A la "playa". Así se llama la antesala de las cocheras (hay 13 como ésta en toda la red).
Juan González Esteban tiene 52 años y lleva casi 30 conduciendo trenes. Cuando empezó le dieron un silbato negro y el metro frenaba echando un cajón de arena en las vías. Ahora pisa un pedal y aprieta un botón que lanza la anodina voz: "Final de trayecto". "La megafonía para nosotros ha sido lo más, antes tenías que dar voces y nadie hacía caso". Tras comprobar que nadie se ha quedado dormido, el tren sigue hacia su refugio, un gigantesco parking donde duermen hasta 28 trenes cuando no es hora punta.
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