Locución
El fútbol televisado español tiene problemas con la locución. Los locutores tradicionales, formados en la tradición radiofónica de Matías Prats, le cuentan al espectador lo que está viendo. En la pantalla se ve al portero Fulanito despejando a córner, y el locutor nos informa de que "el portero Fulanito despeja a córner", con más o menos signos de admiración. Pura redundancia. Existe también la fórmula del comentario técnico, en la que un especialista intenta explicar por qué el juego se desarrolla de tal forma o de tal otra. Michael Robinson, por ejemplo, se maneja con gracia en ese terreno, pero sus palabras son simples paréntesis dentro de una locución tradicional. Los italianos son los maestros de la fórmula, realmente difícil. Normalmente, acaba ocurriendo lo que le ocurría a Miguel González Míchel, de inolvidable sabiduría. Algunas de sus perlas clásicas: "Portugal nos ha enseñado todo lo que hemos visto", "en partidos como éste, los defensas tienden a defender su propia portería". La tercera escuela, combinable con las otras dos, se basa en el griterío, el forofeo, el compadreo y la insensatez. Está bastante de moda.
Alguna vez he comentado que, para mí, la mejor banda sonora es la del propio estadio. Desde hace unos meses, en las retransmisiones de Digital + es posible utilizar el sistema dual para ver el partido escuchando el entusiasmo, la frialdad o la rabia de la grada. Pero empiezo a dudar. Quizá el fútbol se entienda mejor oyendo la voz y recibiendo la sabiduría de quienes conocen el intríngulis. Porque hay gente así. Gente que sabe por qué tal equipo no presiona en el centro del campo, o por qué tal portero tiende a fallar en las salidas.
Estarán de acuerdo conmigo en que el fútbol parece otra cosa cuando quienes lo comentan son expertos como el futbolista Iñaki Descarga y el directivo Julio Romero, capaces de explicar con claridad por qué el Athletic ganó al Levante el año pasado. Jesuli también explica muy bien por qué el Tenerife perdió con el Málaga. Estos tipos te dan incluso las tarifas que percibe quien se deja ganar. En nombre de la información, que alguien les contrate.
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