Un mundo en descomposición
Rigola dirige 'Días mejores', una cruda comedia sobre la crisis y el capitalismo, en el festival Temporada Alta
"Todos hemos creído que podíamos ganar dinero sin trabajar. Comprar por 20 y vender por 40. Con las hipotecas o jugando al bingo que es la Bolsa". Al director escénico Àlex Rigola le sale la voz más crítica cuando habla de la mastodóntica crisis en la que hoy vive el mundo. "Es culpa de todos. El dinero se hace con el trabajo diario". Tan indignado se siente respecto a este crash "que aún no ha tocado fondo", que ha encontrado por fin el momento de dirigir una obra que le persigue hace años, Días mejores, del dramaturgo estadounidense Richard Dresser. Con envoltorio de comedia pero cargada de dureza, la pieza retrata un mundo en descomposición de la mano de un grupo de parados que encuentran una solución radical para salir adelante.
Días mejores es una producción del Teatro de la Abadía de Madrid en colaboración con el Centro de Artes Escénicas de Reus y el festival Temporada Alta de Girona, donde se estrena hoy. Interpretada por Ernesto Arias, Irene Escolar, Lino Ferreira, Ana Otero, Tomás Pozzi y Marc Rodríguez, llegará al Teatre Lliure del 7 al 18 de enero, del 22 de enero al 8 de marzo recalará en Madrid y el 2 de mayo en Reus. A juicio del autor, esta obra escrita a finales de los años ochenta del pasado siglo es hoy, "por desgracia", más vigente y relevante. Sus protagonistas son jóvenes treintañeros, operarios de una fábrica que echa el cierre "seguramente por la mala gestión de la empresa o por la coyuntura económica", barrunta Rigola. Ya no les queda nada, se calientan a base de quemar sus muebles. "Y acaban utilizando el mismo sistema capitalista que les ha utilizado a ellos, con un trabajo lumpen que consiste en quemar coches para cobrar el seguro".
La paradoja de la historia viene dada por la definición de los personajes de Dresser, de quien Rigola dirigió ya Un cop baix. Los chicos y chicas de la obra no son vándalos, sino personas normales, si acaso con una acusada ingenuidad, que emplean la única vía a su alcance para huir de la más absoluta precariedad.
A juicio de José Luis Gómez, director de La Abadía, "la obra trata de un mundo que se deshace, de gente sin posibilidad de encontrar su lugarcito al sol". Gómez añade que el texto "refleja de un modo extraordinario el mundo en que vivimos. La estupidez de la que todos participamos es intensa y no cesa".
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