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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Gaudí y el FAD

Bendito Oriol Bohigas. Después de la película de Woody Allen, alguien tenía que decir que Gaudí "es un arquiteto un poco sobrevalorado". Y fue él, el miércoles en el FAD, quien de nuevo le sacó brillo a la boutade culta: lo lleva haciendo desde 1959, cuando ya promovió un movimieno de opinión contrario a la continuación de la Sagrada Familia, que contaría en los años siguientes con apoyos tan sólidos como el de Le Corbusier y el de Gropius. Así pues, el titán, de 83 años, le asestó un nuevo zarpazo al gaudinismo realmente existente, que es el que ejecuta errores tan evidentes como la reforma de la Cripta Güell o las últimas creaciones que ornan el templo expiatorio. Y también como siempre -gajes de la boutade- el titán se pasó de frenada cuando arremetió contra el constructor Gaudí y el creador de nuevas geometrías. Daños colaterales muy menores: la higiene mental que promueve Bohigas es imprescindible.

Bohigas asestó en el FAD un zarpazo al gaudinismo que ejecuta errores como la reforma de la Cripta Güell

Hay ahora mismo una exposición en la Pia Almoina (avenida de la Catedral, 4; seis euros la entrada) que reivindica al constructor y al ideólogo de nuevas formas. Está consagrada a El primer templo de Gaudí, esto es, la iglesia de la Colònia Güell, y ha sido dirigida por un grupo de la Universidad de Innsbruck que lidera el profesor Rainer Graefe, experto del legado gaudiniano. La exposición explica la construcción de una triple maqueta: la llamada "funicular" que Gaudí y sus ayudantes construyeron en 1908 en un barracón junto al montículo donde iba a surgir la iglesia y que de hecho sirvió de plano para la obra; el desarrollo de esa maqueta, a partir de las fotos que se conservan -el original desapareció en 1936-, que ha hecho el equipo de Graefe con modernas técnicas de fotogrametría (volcado de dos a tres dimensiones), y la maqueta en vivo que fue esa iglesia inacabada de la catedral a la que Gaudí consagraría toda su dedicación tras fallarle la financiación de los Güell en 1914: la Sagrada Familia

Vista en las fotografías, la maqueta "funicular" es arte povera sin embozo, un tàpies ante litteram: humildes cuerdas de las que cuelgan pequeñas sacas llenas de perdigones que trazan un bosque de hipérbolas paraboloides superpuestas, en una clara recreación de la sierra de Montserrat, pero vuelta cabeza abajo, como ahorcada, para luego ser trasladada especularmente sobre el terreno en la relación 10 a 1. Un sistema, pues, en tres dimensiones que, en lugar de bites, utilizaba cordeles y plomo: este país, desde luego, no era la Universidad de Innsbruck. A partir del estudio de esa maqueta, Graefe escribe en el catálogo: "La forma constructivamente apropiada es utilizada por Gaudí como forma arquitectónica. Estamos ante el primer intento concreto de la arquitectura moderna de convertir la construcción en una arquitectura nueva". Es decir, justo lo contrario de lo que dijo Bohigas en el FAD. Pero llegados a este punto, el cronista se escabulle, a la espera de que los sabios diriman.

Y mientras espera que diriman se dirige a una planta inferior de la Pia Almoina donde un vídeo, con 'El despertar de la primavera' de Siegfried de fondo, explica el pensamiento íntimo de Gaudí mientras descubría esas extrañas formas y las aplicaba a sus iglesias. El arquitecto vio en el paraboloide hiperbólico una traslación de la Santísima Trinidad a una imagen considerablemente más precisa que la clásica del árbol de las tres ramas. En esa curva descubrió, en efecto, dos ejes laterales convergiendo hacia un único centro generador y se convirtió en devoto de esa forma: no hay nada como la fe. Por lo demás, Gaudí opinaba, antes que Tàpies, que "la pobreza es más elegante que la riqueza" y defendía su templo argumentando que lo hacía el pueblo, pero que estaba en manos de Dios. No intuyó que ese pueblo acabaría siendo el japonés en lugar del catalán.

En una última cosa volvía a acertar el titán sabio del FAD: Gaudí está vivo. Más que muchos de nosotros.

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