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Cruzada contra los 'graffiti'

Barcelona aplicará en enero el plan para limpiar las persianas de los comercios

Àngels Piñol

Es tan difícil como encontrar una aguja en un pajar: es casi imposible dar en el centro de Barcelona con una persiana de una tienda o una puerta de una finca sin tags, simples firmas en lenguaje graffitero. El Ayuntamiento está harto de la imagen de degradación y dejadez del centro histórico. Tras firmar un convenio con los comerciantes, elimnará las pintadas en el Casc Antic. La medida se aplicará luego al resto de Barcelona. El Consistorio pagará el 25% de la limpieza y su mantenimiento dos años. Barcelona Comerç, que agrupa 16 ejes comerciales y 8.000 comerciantes, dos años más. La campaña se abrirá a las comunidades de vecinos, en cuyo caso la subvención será de dos años.

La adhesión a la campaña es voluntaria y su éxito dependerá de la motivación de cada afectado. Pero muchos están ya hartos de una plaga desvastadora. El Consistorio ya apostó hace años por una medida similar a este convenio y no funcionó. "He perdido la cuenta de las veces que he limpiado la puerta. Te aburren", afirma Raimundo Montes, dueño de un café de El Raval, ya desencantado. "Me he cansado. Paso", señala Montserrat, una comerciante de ropa de la zona.

Los comerciantes están divididos y discrepan de la eficacia de la medida

Itziar González, la regidora del distrito, quiere aumentar la autoestima de Ciutat Vella y verla libre de garabatos, algo que ya se ha logrado en el núcleo histórico de Berlín. De momento, ha logrado la colaboración de Barcelona Comerç, que contratará a las empresas de limpieza. "Queremos que la ciudad esté bonita", dijo Vicens Gasca, su presidente. Los comerciantes de La Rambla, según explica su gerente, Dolors Álvarez, creen que el plan es "un buen paso" y los del Gòtic están encantados. "Estamos impacientes", dijo Santiago Martín, presidente de Barna Centre, deseoso de que el plan se aplique en Navidad. El Consistorio cree que no llegará a tiempo.

El plan, sin embargo, no ha convencido a todo el sector. Miguel Ángel Fraile, presidente de la Confederación del Comercio de Cataluña (CCC), que reúne a los gremios, no animará a nadie a "sumarse al tren" si no se extrema la vigilancia y el castigo a los graffiteros. "La Administración tiene la obligación de velar por la propiedad privada. Esto es un desmadre. En Londres no ves una pintada. Si tenemos que pagar y no hay mano dura, estará descompensado".

El Ayuntamiento es sensible a la preocupación de los comerciantes y Promoción Económica elevará de 600.000 a un millón de euros las ayudas a las asociaciones para sufragar la limpieza. Pero el Consistorio no piensa endurecer la ordenanza, que prevé multas de 750, 1.500 y 3.000 euros. La Guardia Urbana dice que hace lo que puede, pero que no es fácil sorprender a los autores de los tags, a quienes les bastan unos segundos para firmar. En 2006 se impusieron 250 sanciones, y en 2007, 440. Por mucho que se limpie y se sancione, Ciutat Vella cree que la mejor forma de responder a los graffiteros es limpiando con la misma rapidez con que ensucian.

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El Ayuntamiento ha gastado este año 3,6 millones en sanear paredes y monumentos. Entre enero y julio de 2007, la empresa municipal Barcelona Ciutat Neta realizó 133.856 actuaciones y limpió 274.000 metros cuadrados. En el mismo periodo de 2008, con 147.056 actuaciones se limpiaron 286.000 metros cuadrados. Los tags han desplazado a los murales y el plan de trabajo se ha adaptado: ahora hay más equipos de limpieza (30) y son más ágiles porque los forman una o dos personas. Nueve personas inspeccionan la calle y fijan las rutas. Y los materiales de limpieza cambian constantemente en función del tipo de pintada. Es la carrera entre el ratón y el gato a la que el Ayuntamiento quiere poner fin.

"Los 'tags' son la expresión del rechazo social"

Pi Piquer, pintora y escenógrafa de Barcelona, de 40 años, hizo hace 20 años graffiti en el Muro de Berlín y en Nueva York, y ahora trabaja varias disciplinas artísticas. También colabora con el joven dramaturgo Pau Miró. Pi cree que los graffiti son la expresión juvenil de la carrera de un artista, pero advierte de que la esencia de un graffitero es pintar en la calle. "Hay que ir al origen de por qué la gente hace los tags o las firmas. Son la expresión del rechazo social, y por mucho que los comerciantes y el Ayuntamiento se empeñen, siempre existirán esas firmas. Es su forma de decir basta a una sociedad de consumo que les excluye", argumenta.

Y no duda en añadir que los tags no son arte, pero que el Consistorio tiene que buscar a sus autores un espacio para que expresen lo que llevan dentro. Entre Pi y Sergi Serra, un pintor de 22 años, hay casi una generación de diferencia, pero comparten una visión similar. "Los tags son vandalismo y han matado el street art . Y por su culpa vamos a acabar pagando todos", lamenta Serra, que señala que Barcelona ha dejado de ser referente internacional de este mundo por la dureza de la ordenanza del ex alcalde Joan Clos. "El Ayuntamiento se inspiró en las leyes de Nueva York para cargarse el arte de la calle. No queda nada. Todo está muerto. Los graffiteros exponen ahora en galerías", dice Serra, que menciona a los artistas Boris Hoppek y DToy, que quedaron seducidos en los noventa por Barcelona y ahora venden sus obras a precio de oro.

Serra pintó no hace mucho unos atractivos y sugerentes muñecos en un muro de Sarrià y teme que ya estén llenos de tags. No renuncia, como Pi, a que el Ayuntamiento habilite un espacio como el muro que había antes en calle de Montalegre, junto al Macba. "Hasta los turistas nos hacían fotos", recuerda Serra. "Cada día los murales eran diferentes. Era genial", añade Pi.

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