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Columna
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¿Importa el tamaño de las literaturas?

Darío Villanueva

Todos los otoños, los portavoces de la Academia sueca se cuidan bien en repetir que el Premio Nobel de Literatura no encumbra al mejor escritor del mundo, porque tal figura no existe. Sin embargo, los medios de comunicación suelen presentar como tal al distinguido con semejante galardón. ¡Qué se le va a hacer! Vivimos en una sociedad en la que se suelen confundir lo cuantitativo y lo cualitativo, tan proclives como somos a los ránquines de todo tipo, en parte por influencia del omnipresente deporte.

No cabe duda, así, de que el mejor velocista es el que gana en las Juegos Olímpicos los cien metros lisos empleando en ello unas centésimas de segundo menos que el subcampeón. Pero, ¿se puede afinar tanto en el elenco de las literaturas escritas en todas las lenguas cultas del mundo?

No hay literaturas pequeñas si están vivas. Todas son insustituibles, todas son necesarias

Cualquier año de estos los suecos encumbrarán, por caso, a Ismael Kadaré, un novelista albanés que ya goza de gran reputación cuando sus circunstancias personales hacían prever para él la limitada fama de un autor local, minoritario y marginado de los grandes circuitos. En una de sus novelas se narra la historia de un viajero decimonónico asesinado por unos bandidos que obtuvieron un extraño botín: un pesado fardo repleto de pequeñas piezas de plomo. Era el alfabeto albanés que aquel lingüista e impresor intentaba introducir en su país, donde los invasores turcos prohibían la escritura en su lengua. De hecho, hasta 1909 no se hizo oficial un alfabeto con caracteres latinos, lo que facilitó sobremanera el desarrollo de este idioma -aislado y sin parangón dentro de la familia indoeuropea- que hablan tres millones de personas.

Con estos antecedentes, se comprende lo decisivo que fue para la fama de Kadaré su huida a Francia en 1990, luego de haber sido presidente de la gubernamental Unión de los Escritores y Artistas Albaneses. Pese, también, a este nuevo hándicap ideológico, y gracias a una inteligente política de traducciones, Kadaré ha sido uno de los grandes beneficiados, literariamente hablando, de la inclinación posmoderna hacia lo glocal, esto es, la presentación universal de circunstancias y problemas específicos de una pequeña comunidad periférica.

Otro premio Nobel, asimismo prohijado literariamente por Francia, el chino Gao Xingjian, lo proclamaba hace unos días en Compostela, huésped del Pen Clube gallego: no hay literaturas pequeñas si están vivas, pues de tal modo son instrumentos eficaces para la expresión de la sensibilidad humana con la riqueza de sus inagotables matices. Todas son insustituibles, todas son necesarias. Y sus palabras fueron el mejor contrapunto a las también recientes, y controvertidas, de George Steiner, un extraordinario comparatista que hizo cierta con ellas aquella atinada expresión de Antonio Machado: despreciar cuanto se ignora.

Tengo en mi mesa un buen ejemplo de lo que digo. Se trata de un libro de poesía publicado en octubre de 2007 y con una inmediata segunda edición en enero del presente año. Su propio título, Sextinario: trinta e seis + tres, habla ya de su pertenencia a una determinada tradición de la literatura paneuropea, que arranca del poeta medieval occitano Arnaut Daniel. Al juego de la composición estrófica que lo denomina, se añade, incluso, otro rasgo de la poesía experimental, la visualidad de los caligramas o poemas figurativos. Pero lo sofisticado de ambos recursos, el métrico y el tipográfico, no entorpece para nada la expresividad de sus 40 composiciones, que tratan de la creación literaria, de la realidad social y de la intimidad de la propia escritora, Marica Campo. Siempre con las palabras eminentes que constituyen el marchamo de la mejor lírica, este poemario en gallego modula registros diferentes como puedan ser el satírico, el trascendente o el más íntimo, y le permite a su autora expresarse en lo que toca a sus ideas, a sus percepciones y a sus denuncias, siempre en términos que sus lectores podemos hacer nuestros, porque para ella y para nosotros "o poema é a sombra que me copia". Y con la aparente artificiosidad de una forma métrica muy cerrada y exigente, Marica Campo es quien, sin embargo, de expresar, en auténticos poemas "noticiosos", asuntos de la más inmediata actualidad como la violencia machista en As razóns do asasino, A razón da víctima o Mulleres de Ciudad Juárez.

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