Stalin y España
Ángel Viñas cierra su trilogía sobre la República española con el volumen 'El honor de la República' (Crítica). Se reproducen aquí extractos de los análisis soviéticos respecto a la derrota sufrida frente a las fuerzas de Franco, entre ellos un informe de Serguéi Grigorievich Marchenko, encargado de negocios de la URSS en la época del Gobierno de Negrín, y más tarde ejecutado en su país
Fueron numerosos los que vanamente creyeron que para contener la dinámica hacia un conflicto europeo, Francia y el Reino Unido romperían el cerco político, diplomático, militar y de aprovisionamientos que les habían impuesto
desde agosto de 1936. En la soledad republicana, el único país que les otorgó ayuda, si bien limitada, fue la Unión Soviética. Stalin expuso con claridad a los líderes republicanos los objetivos que inicialmente perseguía. No se consideraba el valladar de su régimen. Eran las potencias democráticas occidentales quienes debían constituirlo. La URSS, envuelta en las grandes purgas de 1937 y 1938 que él mismo desencadenó, colaboraría con la República sólo en la estricta medida de sus posibilidades.
"Los españoles son valientes, pero descuidados", comentó el dictador soviético sobre los republicanos
Stalin no pretendió establecer en España un anticipo de república popular como en Europa central y oriental
(...) La valoración de Stalin [tras el fin de la guerra en España] se refleja en el diario de Dimitrov
[secretario general de la Internacional Comunista]. La expresó someramente en una reunión en el Kremlin en la que también estuvieron presentes José Díaz [secretario general del PCE] y Manuilsky, Molotov y Beria .(...)Lo que Stalin habría deseado (en la perspectiva de que todo el mundo puede equivocarse) era que el PCE se hubiera comportado con mayor claridad. Por su importancia, la valoración -muy sumaria- de Stalin merece reproducirse en su totalidad:
"Los españoles son valientes, pero descuidados. Madrid estaba casi en manos comunistas y de repente otras fuerzas se hicieron con el poder y empezaron a matar a los comunistas. No está claro cómo pasó lo que pasó. Parece ser que los comunistas más o menos se evaporaron y dejaron a las masas solas y sin líderes. El fin no estriba en luchar en cualesquiera circunstancias, incluso cuando las fuerzas propias no lo permiten. Si la situación hubiera sido insostenible, el partido habría podido anunciar que consideraba posible sustituir al Gobierno por otro, más adecuado al momento, y entonces disponerse a terminar la guerra.
¡Pero el partido está obligado a pronunciarse claramente ante las masas!
Hay momentos en los que no se dispone de fuerzas suficientes para continuar la lucha. Hay momentos en que uno es derrotado. 'Nos han vencido', ya lo dijo Lenin en 1905. No estamos obligados a mantener la ofensiva pase lo que pase, pero el partido debe decir a las masas explícitamente lo que hay que hacer en vez de abandonarlas y dejarlas desorientadas.
El partido debería haber explicado por qué el Gobierno se retiró sin lucha. Adoptar una postura clara en lo que se refiere a la Junta de Madrid. El mayor fracaso fue el que Miaja y los demás ya estaban conspirando encubiertamente y operaban como tales. Hicieron una trinchera en Madrid mientras la guerra se desarrollaba en Cataluña.
¡Madrid había cambiado!
¡Los comunistas fallaron en darse cuenta de ello!
Cómo luchar contra el enemigo es algo que los comunistas españoles demostraron hasta la saciedad ganando una enorme experiencia. Cómo ceder el poder y retirarse es algo que fueron incapaces de demostrar. Habría que organizar una conferencia de comunistas españoles para aclarar estas cuestiones e identificar lecciones para otros partidos. También hay que aprender de las experiencias negativas".
Terminaremos este volumen con la referencia a un análisis (...) más próximo a los acontecimientos que el de Stalin, quien al fin y al cabo reconoció que habían ocurrido cosas que todavía no estaban claras. Su autor tenía todas las cualidades necesarias, no en vano había sido el encargado de negocios soviético en Valencia y Barcelona durante la mayor parte de la gestión gubernamental de Negrín y se había codeado con lo más granado de la política republicana y de la actuación militar, amén, claro está, con el PCE. Nos referimos a Marchenko.
El 16 de mayo [de 1939] se entrevistó con Dimitrov y se pusieron de acuerdo en que redactaría un informe sobre los acontecimientos de España. El post mórtem resultante se concentró en primer lugar en las causas de la caída de Cataluña, que atribuyó básicamente al poderío y superioridad numérica del adversario. Ello no obstante, detrás de la derrota aletearon otros fenómenos. (...) Desde abril de 1938, la Cataluña industrial se había desorganizado. Tras el avance de Franco, la energía eléctrica que suministraban las centrales hidráulicas empezó a escasear. Para colmo, a finales de 1938 se agudizó el hambre (...) El Gobierno hubo de hacer frente a un sabotaje en toda regla, tanto en los núcleos urbanos como en los pueblos. Los productos se escondían. Todo el mundo se dedicaba a tal labor, incluidos los sindicatos anarquistas y socialistas, éstos, para mayor inri, dirigidos por el PSUC.
(...) A las tensiones económicas se añadieron las políticas. Se multiplicaron las discusiones sobre cómo orientarse hacia Francia o el Reino Unido y si establecer o no un Gobierno alternativo al de Negrín. Éste se enfrentó a los embates de las principales organizaciones políticas, empezando por ERC, pero también al PSUC y los anarquistas, una parte de los cuales consideraba al Gobierno como contrarrevolucionario y antiobrero. (...) El PCE carecía de una base organizativa fuerte. El Gobierno, temeroso de tomar medidas drásticas, daba largas. Le atosigaba el pánico a que pudiera tachársele de bolchevique. Esto no es, precisamente, lo que se esperaría de un Gobierno presuntamente subordinado a los designios moscovitas, según subrayan machaconamente ciertos historiadores.
Se añadieron los errores militares, a pesar de que diez días antes de la ofensiva se sabía con precisión por dónde se iniciaría. Esto es cierto. Las directivas del 1 de diciembre preveían que el ataque se haría por la zona de Balaguer-Tremp y Serós, como así ocurrió. El conocimiento del adversario era exhaustivo, como muestra la documentación conservada por Negrín. Sin embargo, Marchenko afirmó que no se habían adoptado las medidas adecuadas. Las reservas acumuladas tuvieron que saltar a cubrir la brecha. Hubo cambios de mandos inexplicables. Órdenes de gran importancia no llegaron a tiempo a las unidades. Tras la caída de la Ciudad Condal, el pánico se apoderó de todos, y muchos oficiales -también comunistas- huyeron hacia la frontera. (...) Empezaron a surgir dudas sobre si no habría sido un error cruzar el Ebro en julio de 1938. ¿No hubiera sido mejor conservar las fuerzas, sin agotarlas en prolongados y duros combates, y recibir la ofensiva franquista con toda la potencia del Ejército del Ebro entero? Lo cierto, reconoció Marchenko, era que el cruce resultaba necesario ante el peligro de que cayese Valencia e incluso gran parte de la zona Centro-Sur.
(...) Varias ofensivas se frustraron por la oposición de Miaja y de la Armada. Un ayudante del jefe de la zona aérea, Antonio Camacho, desertó llevándose los planes para un ataque. Aunque Camacho era comunista, ya en abril de 1938 se supo que su esposa estaba mezclada en actividades sospechosas. El PCE recomendó su expulsión, sin resultado. Marchenko afirmó que en noviembre-diciembre de 1938 Casado había entrado en contacto con los servicios de inteligencia británicos (un rumor que no se ha demostrado convincentemente).
(...) Sobre uno de los aspectos más controvertidos, las posibilidades de aguantar algunos meses más, Marchenko creía que hubiera sido factible si el Gobierno hubiese manifestado mucha más dureza, decisión, operatividad y flexibilidad. Dicho esto, el de Negrín había sido el mejor Gobierno que tuvo el Frente Popular. Para cualquiera, afirmó Marchenko, que "conociera la situación política interior en España y la correlación de fuerzas, era obvio que en cualquier momento de la guerra civil la ruptura del Frente Popular hubiese significado el final inmediato de la República, ya que todo poder creado sin los comunistas y en contra de ellos hubiera sido lo mismo que un poder a lo Besteiro-Casado. Por otro lado, pasar el poder a un Gobierno con una clara y manifiesta mayoría comunista hubiese desatado una guerra civil (en la guerra civil) y provocado una intervención directa del Reino Unido y Francia a favor de los sublevados".
(...) Nada de lo que señala Marchenko hace pensar que Negrín, el Gobierno republicano o el mando del Ejército Popular, en particular Rojo, actuasen al dictado de Moscú. En repetidas ocasiones Marchenko subrayó, antes bien, que sus consejos o sugerencias fueron desatendidos, que no se hacía una política de suficiente dureza, que la discordia interna acentuó la dependencia de los comunistas, pero sin que éstos pudieran hacer valer sus concepciones. Es, más o menos, lo mismo que dijo Negrín y que retomó Azaña. Sólo al final, la influencia comunista aumentó claramente.
(...) En contra de temores de franceses, británicos, norteamericanos y otros, Stalin no pretendió establecer en España un anticipo de república popular como en Europa central y oriental tras la II Guerra Mundial. Ni las circunstancias geoestratégicas ni las geopolíticas lo permitían.
El apoyo soviético (...) se plasmó en suministros de armamento moderno, en el reclutamiento de las Brigadas Internacionales, en asesoramiento militar y en la participación activa de tanquistas y aviadores mientras los pilotos españoles y ciertos cuadros del Ejército Popular y de las Brigadas Internacionales se adiestraban en la propia URSS. Al tiempo, los partidos comunistas nacionales y la Internacional Comunista aventaron sentimientos de solidaridad en todo el mundo. Eran conscientes, como los republicanos, de que en España se prefiguraban los frentes de un futuro conflicto y de que para el expansionismo fascista, la República era un primer bocado. Con el Anschluss y Checoslovaquia, Hitler se zampó otros dos. Sin embargo, nunca fue posible a los dirigentes soviéticos llegar a un acuerdo operativo con Francia. Tampoco pudieron los republicanos, a pesar de su cortejo constante de las democracias, bien fuese por vías diplomáticas o a través de gestiones más discretas, hacerles comprender que lo que ocurría en España daba alas a los dictadores fascistas y que en tierras españolas se representaba el primer acto de la jugada que tarde o temprano surgiría a nivel global. (...)
Nada de lo que antecede significa olvidar que la ayuda soviética a la República tuvo un lado oscuro (...): la exportación a España, a través especialmente de la NKVD [policía política soviética] de la lucha sin cuartel contra el "trotskismo". Este lado se manifestó de forma oculta e insidiosa en la incitación a las matanzas de Paracuellos y en el asesinato de Andreu Nin. -
El honor de la República, de Ángel Viñas. Editorial Crítica. Precio: 29,90 euros. En librerías a partir del 27 de noviembre.
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