Robinho, los árabes y la ambición
"Tu fuerza se medirá por tu deseo".
Proverbio árabe
Robinho de lo que no carece es de ambición. Esta semana declaró que su objetivo sigue siendo el mismo que cuando llegó al Real Madrid desde Brasil hace tres años: ser el mejor jugador del mundo. Bien, pero por más que haya muchos madridistas lamentándose de que se haya ido en verano al Manchester City (lo que quizá diga más del actual estado del Madrid que de Robinho), la duda con el brasileño sigue siendo la de siempre. Está lejos de demostrarse su capacidad de influir de manera determinante en un partido tras otro a lo largo de toda una temporada.
En ese sentido, el brasileño encaja con el Manchester City a la perfección.
El club sueña a lo grande desde que la familia real de Abu Dhabi compró el club y a Robinho (por similares cantidades) a principios de temporada. Pero sobre el campo no hay ninguna regularidad. El equipo -a mitad de tabla, no lejos de la zona de descenso- hace un gran partido en uno de cada siete encuentros, y en los demás desaparece. Es decir, como Robinho, que pasó su etapa madrileña alimentando enormes expectativas pero la sensación que dejaba era de hambre y frustración.
El que no encaja para nada con los nuevos dueños del club, pobre hombre, es el entrenador, y ex jugador del Barcelona, Mark Hughes. Su ambición no cuadra con la de los árabes; sus sueños no van más allá de conquistar el cuarto puesto de la Liga de aquí a un par de años. Mientras que los sueños de los árabes, como los de Robinho, apuntan a lo más alto; a convertir al City en un club más grande y más exitoso no sólo que el vecino United, sino también que el Real Madrid, el Barcelona o el Milan.
A Hughes le queda grande todo esto. Y en el fondo lo debe de reconocer. Es un poco como el caso de Ramón Calderón, que nunca se ha acabado de creer que tiene madera para ser presidente del Real Madrid. En Estados Unidos esto se llama "el síndrome del impostor". Hughes sabe, en su corazón, que no nació para un destino tan grandioso como al que aspiran sus jefes, los hombres más ricos del mundo.
Uno de ellos, Sulaiman Al-Fahim, el que se encargó de las compras del City y de Robinho, declaró de manera algo ominosa la semana pasada que tenía una visión "algo diferente" a la de Hughes. El entrenador había revelado su intención de intentar fichar en el mercado de invierno al delantero del Blackburn Roque Santa Cruz, al lateral izquierdo suplente del Chelsea, Wayne Bridge, y a Lassana Diarra, del Portsmouth. El plan de Al-Fahim es fichar a Cristiano Ronaldo, Fernando Torres y Cesc Fàbregas. Cuesten lo que cuesten, le da igual.
Lo mismo en el caso del entrenador. La noticia que se filtró hace diez días sobre el posible sustituto de Hughes tenía una cierta, alocada credibilidad. Se dijo que los árabes del City querían convencer a José Mourinho para que dejara el Inter de Milán a cambio del sueldo más grande de la historia del fútbol, 18 millones de euros.
Está claro. Hughes no acabará la temporada en el City. El peligro que los árabes, más ricos que prudentes, quizá no hayan detectado es que, si traen a Mourinho, puede que Robinho siga a Hughes por la puerta de atrás. Al portugués no le gustan las estrellas fugaces. Hasta ahora el brasileño no ha sido más.
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