El gran día de Feliciano
Impresionante partido del jugador español, que funde a Del Potro y firma el 1-1 tras la derrota de Ferrer ante Nalbandian
Feliciano López no se dejó engatusar por el estruendo. Salió La Sole vestida de tiros largos para la final de la Copa Davis, la recibió un coro de 10.000 gargantas emocionadas, y juntos entonaron el himno de Argentina, que pudo ser la condena de España y acabó siendo el verso que le dejó viva para luchar otro día (1-1). "¡Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir!", rugieron miles de voces roncas junto a la cantante, que así apoyaba a sus tenistas. Y Feliciano, quieto. Sordo, mudo y ciego. Atento sólo a Emilio Sánchez Vicario, el seleccionador, y a José Perlas, su técnico. "Juégale bolas bajas, que no las levanta. Con cabeza. Piensa", le decía Emilio. Aquello era cuestión de vida o muerte.
Había salido en el partido como un ciclón David Nalbandian, y bramando entre la maravillosa fanfarria de los gritos del público se había llevado el primer partido (6-3, 6-2 y 6-3). Quedaban Feliciano López, su revés cortado y su poderoso servicio, un atentado contra el espigado Juan Martín Del Potro.
Salió Feliciano condenado y se despidió como un artista (4-6, 7-6 (2), 7-6 (4) y 6-3). Tremendo. Insensible al revés del primer set perdido. Hermoso en su homenaje a la voz que había abierto el partido: cantó La Sole y Feliciano se coronó de gloria tras más de tres horas sudando de lo lindo.
"¡A estos putos les tenemos que ganar!", se desgañitaba antes el público al ritmo del bombo de Carlos Tula, que es el compás del fútbol argentino y de las manifestaciones peronistas. Atronaba la grada, que era un concierto de silbatos y una concentración de amigos personales de los jugadores, sus barras, las dos financiadas por los tenistas. Una vestía las camisetas de la Córdoba de Nalbandian. La otra, de azul, con Delpo serigrafiado. Las dos llevaban las gargantas peladas por el escándalo de sus gritos: "¡Vamos, vamos, Argentina!; ¡vamos, a ganar!". Y Feliciano, bajo la metralla. Arrullando la victoria con su saque (17 aces) y su revés cortado, hiriente para los riñones y las uñas infectadas de Delpo, que mediado el cuarto set tuvo que ser atendido de un tirón en el aductor y es muy seria duda para el domingo. El toledano le dio aire a España y asistió así a Ferrer, su compañero, un tío duro en un muy mal momento.
"Me ha pasado por encima", resumió el alicantino su partido. "Me he sentido muy inferior. Es uno de los partidos en los que más he echado de menos el cuando jugaba bien. Cuando intentaba algo, no tenía fe para conseguirlo. Me he sentido mal", prosiguió el número 12 del mundo, más que cariacontecido. "No he estado a la altura. Me duele como persona y como tenista, el querer, el intentar, y que las piernas no me vayan igual, que mi bola no me corra igual, que ya no haga el mismo daño que hacía antes".
Antes, mientras Nalbandian imponía contra Ferrer su juego de dicto y mando desde el centro de la pista, la afición inventaba cánticos que celebraban su partido. "La, la, la, lalala, el que no salte, es español", gritaba el gentío con el corazón rebosante de Argentina y la lengua acordándose del número uno. "El Rafa se cagó, el Rafa se cagó", se mofaba la gente de la ausencia del mejor jugador del mundo, lesionado y viviendo el partido en la distancia, mientras llamaba por teléfono a cada cambio a la gente del banquillo. Se encendió entonces una pelea en la grada, se puso en pie la gente, y ardió el Pabellón de Islas Malvinas como si fuera el Coliseo. Nalbandian sacaba con bolas de fuego. Triunfaba. Y dejaba a Del Potro en el buen camino, apoyado como estaba Delpo en el hielo y el acero de su servicio -24 aces-. El público veía aquello y se estremecía. "Delpo, Delpo...", gritaba. La grada, reivindicativa, ondeaba con sus manos la bandera de los federales, símbolo de las protestas campesinas del primer semestre de este año. "¡Vamos a salir campeones, la vuelta vamos a dar!", se oía.
No frente a Feliciano. No en su día más grande. No en el partido en el que el toledano le echó el candado a tantos años de talento insatisfecho, caminar vacilante y potencial incumplido. Feliciano López tiene 27 años. Desde ayer es lo que quería. El héroe del día.
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