La bandera de la igualdad
Las mujeres han aprovechado que hay fútbol en la tele y han acudido a la cita con la joven jueza que les va a hablar de sus derechos. Reunidas en torno a un café, Inmaculada Montalbán les explica que, si sus maridos les pegan, pueden denunciarlos.
En eso, llega el alcalde acompañado del jefe del puesto de la Guardia Civil del pequeño pueblo granadino de cuyo nombre no quiere acordarse.
-¿Qué tal? - pregunta campechano el alcalde.
La jueza Montalbán le comenta que han estado hablando sobre los problemas de las mujeres, de los malos tratos que sufren y de la necesidad de que los denuncien. El alcalde sonríe. Se golpea suavemente el pecho, cerquita del corazón, y responde:
-A mí todo eso me parece muy bien, pero mientras la cartera esté aquí... Esto es lo que manda, el dinero.
"Mis tíos me decían que fuera médico, que lo de abogado era cosa de hombres"
"Todavía existe una especie de neutralidad que tolera la violencia de género"
El guardia civil asiente. A la jueza se le cae el alma a los pies.
Inmaculada Montalbán Huertas tenía poco más de 30 años. Ya era magistrada en Granada. En sus ratos libres, recorría barrios y pueblos explicando a las mujeres sus derechos. "Muchas escapaban de sus casas para escucharnos. Pero cuando les decías que la pena a los maridos maltratadores eran una multa o un arresto domiciliario, se preguntaban: '¿Y a mí, eso, qué me soluciona?".
Dramático. Han pasado casi veinte años. Aquella joven jueza nacida en Iznalloz (Granada) en 1959, es hoy vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el órgano de gobierno de los jueces, en donde preside la Comisión de Igualdad y el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género. Desde el viejo café en el que rememora su vida, se ve la estatua de Mariana Pineda, la heroína granadina ajusticiada en 1831 por guardar una bandera bordada con el lema "Igualdad, Libertad, Ley".
Curioso: esas tres palabras han presidido la vida de Inmaculada desde que con 18 años ingresó en la Facultad de Derecho. La familia Montalbán había llegado a Granada en 1966, cuando Inmaculada tenía siete años. Su padre poseía una empresa de transportes con sus hermanos. Un buen día compró la Venta Los Rosales, un establecimiento hotelero en la zona norte de Granada. El padre dirigía el hotelito y la madre se ocupaba de la cocina del restaurante. Después de su paso por un colegio de monjas, llegó el momento de elegir carrera.
-Las monjas opinaban que podía estudiar Medicina o Derecho. Los hermanos de mi padre decían que estudiara Medicina, que lo de abogado era cosa de hombres.
Se equivocaron. Inmaculada impuso su criterio. "Me gustaban más las letras. En esos años, leía mucho. Devoraba tebeos". Cuenta una anécdota: "En el restaurante había maquinas flipper y a mi padre le daban unos duros de cortesía pintados en rojo. Yo cogía de vez en cuando alguno, le quitaba la pintura y me compraba tebeos". Su primer libro, Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, se lo regaló un cocinero del restaurante. Le impactó. Pero no tanto como la Facultad de Derecho.
La facultad era en 1977 un hervidero de ideas. Un mundo tan diferente del colegio, "que al principio te sentías perdida". En Filosofía del Derecho comenzaron a estudiar el anteproyecto de la Constitución Española, que se aprobaría al año siguiente.
En primer curso supo que quería ser juez. Descubrió la capacidad que las leyes tienen para incidir en la realidad social. Entre matriculas y sobresalientes -salvo en Derecho Internacional Privado-se licenció y "a la primera" aprobó la oposición a juez. Su primer destino, un juzgado de distrito en Torrevieja (Alicante). Tenía 25 años. "Un día un procurador se enfadó por algo que le dije y me contestó: '¡Pero hija mía...!' Claro, me veía con aquella cara de niña". Juzgaba en un sótano pequeños delitos relacionados con el tráfico o insultos entre vecinos.
Almería, su segundo destino, fue otra cosa. Descubrió un mundo que le iba a marcar para siempre: la violencia machista contra la mujer. "Tuve conciencia de que había un problema serio, con unas características especificas, al que no dábamos una respuesta adecuada".
-Las mujeres denunciaban malos tratos. Como sólo se podían perseguir si existía denuncia de la mujer, el ministerio fiscal no iba a juicio. Quedaba la denunciante sola frente al marido, que estaba acompañado de su abogado. Había un desequilibrio incomprensible y nefasto.
Lo peor era imponer la pena: "¡Tenías que poner al marido bajo arresto domiciliario en la misma casa donde vivía la mujer maltratada!". Un día, una mujer acudió a su juzgado para decirle que ella pagaría la multa impuesta al marido, quien había decidido no pagar, por lo que la mujer podía perder la casa por vía de embargo. "¡Qué perverso todo el sistema!".
Dos décadas después, "España es un país de referencia mundial" en la lucha contra la violencia doméstica. "Hemos sacado el tema del hogar. Cualquier agresión, aunque sea dentro de la casa, es un problema público, no un asunto privado, porque es un atentado contra la vida, la libertad y la dignidad de la mujer". ¿Queda mucho por resolver?
-Sí, mucho. Porque las leyes sirven como motor de cambio de la sociedad, pero en esa sociedad todavía existe una especie de neutralidad e indiferencia que tolera ese tipo de violencia. De hecho, siete de cada diez mujeres asesinadas no habían denunciado previamente a sus parejas.
Pero algo se avanza: tres años después de la entrada en vigor de la ley integral contra la violencia machista, casi 80.000 personas han sido condenadas, recuerda Inmaculada.
En esta lucha ha ido tejiendo a lo largo de años su particular bandera por la igualdad, la libertad y la ley esta moderna Mariana Pineda que hoy, desde la atalaya del órgano de gobierno de los jueces, vigila para que las mujeres sean iguales y libres.
"Desconfío de las neutralidades"
Los vocales del CGPJ arrastran el sambenito de que actúan al dictado de los partidos por los que han sido propuestos. Inmaculada Montalbán, que era magistrada del TSJA cuando fue elegida vocal, rechaza que vaya a estar supeditada a los intereses del PSOE.
-Una vez que el Parlamento me ha votado, no me debo a ningún partido. Soy vocal del Consejo y tengo que cumplir con la finalidad de la institución. Motivaré y explicaré las decisiones que tome.
¿Es posible la asepsia política, un juez sin ideología?
-Desconfío de las neutralidades. Ideología la tiene todo el mundo, porque todos tenemos una forma de ver la vida.
Adscrita a la asociación progresista Jueces para la Democracia desde 1991, Montalbán obtuvo el segundo mayor numero de votos en las primarias que organizó la asociación para elegir a los vocales del CGPJ.
Un consejo que había premiado años antes un trabajo suyo. El texto galardonado sobre perspectivas de género lo redactó en la casa de labor que la familia tiene en su pueblo, Iznalloz, rodeada de gallinas y ovejas que cuida su padre. "Me encanta el campo", dice soñadora esta mujer forzada a viajar todas las semanas a Madrid para asistir a las sesiones del CGPJ. Un Consejo no paritario: de 21 miembros, solo la tercera parte son mujeres. "Aunque las bases de la judicatura se están feminizando -el 60% de los nuevos jueces son mujeres- en los puestos de responsabilidad priman los hombres. Ninguna mujer preside una Audiencia o un Decanato en Andalucía".
Además, llegar a magistrada "me ha costado más horas que a un hombre; porque tienes que demostrar que tienes menos errores", concluye.
Quienes la conocen, sostienen que su nombramiento como responsable de la igualdad y de la violencia de género en el CGPJ ha sido todo un acierto.
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