_
_
_
_
Cosa de dos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Obreros

Enric González

Las grandes fábricas, los astilleros, la siderurgia, las minas, fueron casi siempre lugares infames, presidios de enfermedad y explotación. Esos monumentos de la industrialización capitalista, catedrales de la izquierda, han ido cerrándose en la Europa rica, que no produce ya obreros sólidos y baratos como los de antes, y con ellos ha desaparecido algo más que una tradición. Se ha evaporado toda una clase social, cuyo sentido de identidad se basaba en la magnitud: miles de hombres, miles de máquinas, inmensos talleres oscuros. La lucha política y sindical logró bastantes de sus objetivos; alcanzado ese punto de éxito, el obrero europeo dejó de ser competitivo porque no era ya obrero. Se hundió un sistema de valores.

Los grandes medios de comunicación, y en especial los diarios, pierden desde hace tiempo sus referentes. Los arquetipos del sector (el redactor gañán, cínico y bebedor; el empresario más preocupado por la influencia que por los ingresos; el lector cautivo en un mercado escaso de opciones informativas) se evaporaron al entrar en contacto con las tecnologías limpias, la especulación financiera y el negocio del entretenimiento. Las redacciones, esas viejas salas ruidosas como una fundición, perdieron su sentido. Con la vieja mística del periodismo está ocurriendo como con el orgullo obrero: es una lástima que desaparezca, pero existía para hacer llevadera una cadena de servidumbre.

Aún existen barcos, vigas de acero y hasta carbón: vienen mayormente de otros lugares. En el futuro seguirá existiendo información y en buena parte seguirá haciéndose aquí. Los costes de producción de una noticia son relativamente bajos, siempre que la fabriquen periodistas y no burócratas, políticos o aspirantes a tiburón bursátil; la información puede ser rentable, sin alardes, si no se utiliza como simple soporte de otros negocios.

Quizá veamos una matanza de empresas en los próximos tiempos. Algunos sentiremos nostalgia por aquellas cabeceras maternales que te acogían para toda una vida. Muchos trabajadores perderemos derechos, ventajas o el empleo. Confío en que, al menos, la información salga ganando.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_