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Entrevista:BALDO MARTÍNEZ | Intérprete de jazz

"Me sonrojo cuando me ven como un músico vanguardista"

El jazz de vanguardia y la música tradicional son lenguajes musicales propicios para el hermanamiento. Lo sostiene el contrabajista Baldo Martínez (Ferrol, 1959) y acaba de averiguar la intersección con el Projecto Miño, una ambiciosa formación de diez músicos donde, según su propia definición, "conviven de modo natural el swing y la pandeirada". A lo largo de ocho composiciones, el experimentado artista ferrolano ha ido descubriendo una nueva técnica: "Improvisar como jazzista aplicando patrones de la música folclórica, en este caso gallega". El Festival de Jazz de Madrid acogió ayer, en el teatro Fernán-Gómez, la puesta de largo del jugoso experimento.

Ocho años de rodaje ha tardado este Projecto -con jota lusista- en materializarse como criatura discográfica para el sello Karonte. "De Portugal nos separa un pasillo angosto que nunca acabamos de recorrer; Coimbra o Braga presentan programaciones de música vanguardista e improvisada que a este lado de la península resultarían escandalosas".

"No pido limosnas, sólo una cierta sensibilidad cultural"

Habla por propia experiencia. "Ocho años después, me proponen cosas desde Perpignan, pero lo del Festival de Jazz de Madrid constituye toda una excepción", dice. Y eso que el Projecto Miño no tiene nada de inescrutable. "Aún me sonrojo cuando me consideran un músico vanguardista. Ni pretendo resultar sesudo ni creo que sea el caso".

La idea del maridaje jazz/folk surgió de una zanfona, ese maravilloso cacharro medieval de manivela y cuerda frotada que el maestro Mateo inmortalizó en el Pórtico de la Gloria compostelano. Baldo reconoce que le parecía un instrumento "algo rudo" hasta que se lo oyó tocar al francés Valentín Clastrier. El enamoramiento fue instantáneo. "Es como un violín ancestral de una sola cuerda, un tesoro de expresividad amplísima", describe, entusiasmado.

Junto a Clastrier -que figura como invitado-, acciona la manivela el vallisoletano Germán Díaz, sobrino del folclorista Joaquín Díaz y auténtico virtuoso universal del instrumento. "Germán tiene 29 años y casi podría ser mi hijo", asume Martínez entre risas, "pero compartimos una energía similar, un cierto gusto por el riesgo. Yo me reivindico como músico de jazz".

Completan la alineción del Projecto Miño una cantante de evidente formación folclórica, Maite Dono; un guitarrista eléctrico (Antonio Bravo), y los poderosos metales de David Herrington, Chiaki Mawatari y Alejandro Pérez, entre otros. Todos ellos dan cuerpo al peculiar "jazz folclórico galleguizado" que Baldo Martínez ha pulido y perfeccionado durante el último lustro y medio. "No soy ninguna autoridad en materia folclórica", se disculpa Martínez, "pero la música gallega cuenta con la inmensa riqueza de su diversidad."

¿Y ahora? Baldo admite que en su cabeza bulle una segunda parte, y que el último tema del álbum, Fogar de Breogán, "hace las veces de 'continuará'...". De repente, hace una pausa, respira hondo y se confiesa: "Sólo espero que no me lleve otros ocho años. Un proyecto de 10 músicos requiere de ciertas ayudas. No pido limosnas, sólo cierta sensibilidad cultural".

El jazzista Baldo Martínez, que actuó ayer en el teatro Fernán-Gómez.
El jazzista Baldo Martínez, que actuó ayer en el teatro Fernán-Gómez.

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