Marruecos defiende Melilla
Rabat despliega a sus antidisturbios en la frontera común
El lugar ha sido siempre siniestro, pero desde que en octubre cayeron las lluvias torrenciales sobre el noreste de Marruecos, lo es aún más. La riada levantó la calzada y acumuló basuras en el lecho del arroyo Mezquita que atraviesa la frontera de Beni Enzar, en Melilla. Al caer la noche la frontera tercermundista adquiere tintes que recuerdan a los del telón de acero.
Unas tenues bombillas iluminan las garitas policiales marroquíes y en la penumbra aparcan en fila, a escasos metros del control español, una decena de furgonetas repletas de gendarmes y de agentes de las fuerzas auxiliares. Son los antidisturbios, muchos de ellos llegados de Oujda, la capital regional, que pasarán allí la noche a la espera de una hipotética tromba de subsaharianos que intente cruzar a Melilla.
El derrumbe de la verja atrajo a Melilla a más de cien 'sin papeles'
Un helicóptero de la Guardia Civil penetra a diario en el espacio marroquí
A varios cientos de metros, en el puerto de Beni Enzar, "están además los refuerzos", explica el dueño de una carnicería situada en la misma frontera. "Allí pasan la noche, metidos en camiones, decenas de antidisturbios que en menos de tres minutos se pueden plantar aquí", añade. Hasta el prefecto de policía de Oujda se ha trasladado a Nador, dónde pernocta estos días.
"Mientras estén ahí no habrá un octavo asalto a través de la frontera", afirma con alivio un policía español destinado en el control de acceso a Melilla. Nunca Marruecos ha hecho tal exhibición de fuerza en Beni Enzar.
Las primeras acometidas de subsaharianos pillaron a los marroquíes por sorpresa, pero desde el doble embate del lunes 10 y la inusitada violencia de los inmigrantes -150 subsaharianos provistos de piedras y palos- Rabat se vuelca en atajar el problema.
Por espectacular que sea ahora el despliegue policial marroquí no es ése el aspecto más llamativo de su colaboración. Desde que se reanudaron los embates, la Guardia Civil no sólo mandó refuerzos (35 agentes) a Melilla sino que mandó también a su helicóptero con base en Sevilla.
Cada noche, el aparato, equipado con cámaras térmicas y prismáticos de visión nocturna, penetra en el espacio aéreo marroquí en busca de bolsas de subsaharianos. "Al ruido ensordecedor se añade la iluminación de sus focos que asusta a los rebaños", comenta quejoso un vecino de Farkhana, una aldea pegada a la verja que circunda Melilla.
Las autoridades marroquíes lo oyen, lo ven, pero hacen la vista gorda. Marruecos reivindica Ceuta y Melilla, pero en 2005, cuando las embestidas de los subsaharianos eran masivas, el rey Mohamed VI utilizó, por primera vez, a su Ejército para una tarea de mantenimiento de mantenimiento del orden: la protección de ambas ciudades.
Ahora hasta el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, del PP, generalmente muy crítico con su vecino, agradece públicamente a Marruecos su ayuda. "Están colaborando al máximo", señaló, "pero es evidente que antes se han dormido".
Antes del diluvio, tanto las fuerzas de seguridad españolas como las ONG que atienden a los subsaharianos calculaban que, como mucho, había un centenar de inmigrantes en los montes que rodean la ciudad.
Si había tan pocos era probablemente debido a la presión policial marroquí. El Ministerio del Interior de Marruecos señaló que en el primer semestre de este año fueron detenidos 960 sin papeles en la provincia de Nador.
Si se exceptúa alguna que otra carrera masiva, como la del 22 de junio aprovechando la Eurocopa, el método más utilizado por los subsaharianos para entrar en la ciudad de sus sueños es esconderse en un coche conducido por marroquíes de Nador, que pueden acceder a Melilla con su pasaporte, pero no necesitan visado. Una ugandesa de 16 años fue la última víctima descubierta, el viernes, por la Guardia Civil. Estaba entumecida y casi asfixiada tras permanecer horas en el depósito de gasolina manipulado de un coche Opel.
El derrumbe de 80 metros de verja y la apertura de las compuertas de los arroyos, a causa de la riada de finales de octubre, "ha animado a más inmigrantes a acercarse a la ciudad", explica Chakib el Khayari, que en Nador dirige una asociación rifeña de derechos humanos.
El efecto llamada fue tan intenso que, el día 27, de madrugada, unos 40 sin papeles alcanzaron su sueño: penetrar en Melilla. "Han acudido gentes que andaban en busca de una patera o deambulaban por Oujda", añade Al Khayari. Entre ellos se comunican mediante SMS.
¿Cuántos son ahora los que están a la espera en puertas de Melilla? Entre 200 y 250 es la horquilla que dan todas las fuentes en la zona. Muchos menos que los miles que se concentraron allí a principios del otoño de 2005.
Por pocos que sean, es probable que lo vuelvan a intentar antes de que se arregle el tramo de verja derruido por las riadas. No elegirán el camino de la frontera, mientras estén allí los antidisturbios marroquíes y españoles, pero buscarán otros puntos débiles. Emplearán la violencia porque saben que así incrementan sus posibilidades de éxito. "Y pensar que hace 30 años no había verja y se cruzaba a Melilla por cualquier lugar", suspira José Alonso, secretario de la Asociación Pro Derechos Humanos de Melilla.
¿Hay una quinta columna?
Juan José Imbroda, el presidente de la ciudad autónoma, lo pidió en octubre en voz alta: es necesario investigar si desde dentro de Melilla se avisa a los inmigrantes de los puntos débiles de la frontera y se les ayuda a organizar sus asaltos.
Entre las fuerzas de seguridad más de uno comparte la inquietud del dirigente del Partido Popular. Nadie se atreve, sin embargo, a pronunciar el nombre de un hipotético culpable.
El hombre bajo sospecha se llama José Palazón, y su ONG, Pro Derecho de la Infancia, que se dedica, ante todo, a ayudar a los menores marroquíes no acompañados, aunque también llevó hace años comida y medicinas a los subsaharianos escondidos en los montes.
Palazón se indigna cuando se le pregunta por las alusiones de Daniel Conesa, el portavoz del Ejecutivo local, a su excesiva entrega a la causa de los sin papeles. "Si un Gobierno posee indicios de que alguna ONG efectúa actividades prohibidas tiene la obligación de denunciarlas a las autoridades competentes y no encomendar a su portavoz que haga conjeturas en público", responde Palazón. "Yo no quiero que salten a Melilla porque muchos resultan heridos y a otros les mataron hace años" [en 2005], añade.
Palazón es la bestia negra de la Consejería de Bienestar Social de la ciudad, con la que se enfrenta a menudo en los tribunales. Su blog (melillafronterasur.blogspot.com) es una constante denuncia del trato que da a los menores esa institución.
Pero tampoco se libran de sus críticas las fuerzas de seguridad. Duda, por ejemplo, de que los protagonistas del último asalto utilizasen palos y, menos aún, cuchillos y hachas, como indicaron los marroquíes. "Si hubiese sido así, las hubiesen enseñado en televisión", sostiene.
Presión migratoria
- Lluvias torrenciales. El agua arrasa el 26 de octubre 80 metros de verja
- Efecto llamada. Entre 100 y 150 subsaharianos se añaden al centenar que acampa cerca de Melilla.
- Siete asaltos. Entre el 27 de octubre y el 10 de noviembre los 'sin papeles' protagonizan siete intentos de entrada en Melilla. Sólo unos 45 logran entrar.
- Refuerzos. Rabat envía antidisturbios mientras que la Guardia Civil recibe también refuerzos (35 agentes).
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