África reivindica una mirada propia
Mohamed Ismail y Moussa Touré traen sus nuevas películas a Barcelona
"No hay apenas familias marroquíes que no tengan un pariente emigrante en el extranjero", cuenta el cineasta Mohamed Ismail, nacido en Tetuán y afincado desde hace años en Casablanca. Y eso son muchas historias por contar. La incipiente industria del cine africano ha comenzado a exportar algunas de ellas. El propio Ismail, "el cineasta de la inmigración", narra algunas de las más populares fuera de las fronteras de su país. En Adieu mères (Adiós madres) ha vuelto la vista atrás para explicar qué supuso para el Marruecos de 1960 el éxodo judío hacia Israel. La cinta ha sido ya preseleccionada para la carrera previa a los Oscars y esta semana se proyecta en Barcelona.
La recuperación de las raíces, la violación de los derechos humanos y el diálogo entre culturas también han inspirado a los cineastas del continente más pobre del globo. Esta semana la Mostra de Cinema Africà de Barcelona (ullanonim.org) recoge una selección de los mejores filmes en los cines Méliès. Allí han acudido invitados como el cineasta nigerino Moustapha Alassane y el senegalés Moussa Touré, que llega con un estreno debajo del brazo: el documental Con los ojos bien abiertos, que le ha llevado a recorrer cámara en mano Benares (India) para ilustrar la extrañeza que provoca siempre el forastero curioso.
La inmigración y el diálogo con el extranjero centran el cine del continente
La sorpresa en su caso es máxima: un hombre negro de dos metros recorre las calles sin esconder la mirada. "Hola, me llamo Moussa, ¿y tú?", le pregunta a casi todo el que encuentra en India. "La principal barrera para que nos conozcamos mejor es el miedo al extranjero", dice Touré, que en la cinta recorre callejones y se para a hablar con cualquiera que le devuelve el saludo.
Casi de manera obsesiva, Mohamed Ismail le ha dado vueltas también al fenómeno migratorio (Y después y Aquí y allá). "Comencé hace más de 10 años y todavía me preguntó por qué la mayoría de jóvenes marroquíes depositan sus sueños en el extranjero: pagan hasta 3.000 euros por un peligroso viaje en patera. ¡Con ese capital se puede abrir una tienda en Marruecos!", exclama con auténtico desconcierto. "El Dorado europeo ya no existe".
Los protagonistas de su última cinta son dos familias, una judía y otra musulmana unidas por una estrecha amistad y un negocio en común. Tras la Segunda Guerra Mundial, los agentes de la inmigración israelíes, sin escatimar esfuerzos, animan a los judíos a emigrar a la tierra prometida. Hay quien ha visto el filme como un retrato demasiado idealizado sobre la convivencia entre ambas comunidades. "He querido que la película fuera un mensaje de paz, así que debía ser diplomático", dice el cineasta, que temía las reacciones que pudiera suscitar el filme tras su estreno.
"Los islamistas consideran que doy una visión proisraelí -lo que no entiendo-, y creen que no debería haberse proyectado en Israel. Allí es precisamente donde debía verse. Si hace años podíamos vivir en paz, ¿por qué ahora no?". Touré también retrató hace tres años el caso de dos comunidades que viven de espaldas, que no saben casi nada del otro: los catalanes y los inmigrantes de Malí en Sant Feliu de Codines (Vallès Oriental). Desde que rodó Nosaltres, ambas comunidades se han acercado, dice el director. "Dos malíes trabajan ahora en el Ayuntamiento", dice orgulloso. Habrá segunda parte.
El festival recoge también producciones de afrodescendientes en América Latina. Negropacífico, de Andrea Arboleda y Jahiber Muñoz, por ejemplo, cuenta cómo jóvenes migrantes en Colombia regresan a su pueblo para recuperar su historia. Es el caso de El Suave, un chico que regenta una peluquería afro de barrio influenciada por los cortes americanos.
Son muchas las iniciativas paralelas impulsadas por la Mostra. Buscan ampliar los circuitos de un cine minoritario. Y en breve, se prevé la creación de un master de guión en la Universidad de Saint Louis du Senegal para que, cada vez más, África pueda contar sus propias historias.
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