_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Banderas de esperanza

Obama inaugura un liderazgo norteamericano que merece confianza y cooperación

Al elegir a Barack Obama, los ciudadanos de EE UU se han dado la oportunidad de un cambio que es a la vez una recuperación de lo mejor de la tradición del país. Así lo señaló el propio Obama en un discurso que supo estar a la altura del trascendental momento que vivieron los norteamericanos -y también el resto del mundo- la jornada del 4 de noviembre.

No fue una intervención simplemente emotiva, sino un excelente discurso político en el que la retórica estuvo al servicio de las ideas y los compromisos, expresados con la intención de pasar una página sombría de la historia de Estados Unidos, sin humillar, por otra parte, a sus responsables: Obama parecía consciente de que ése era el único camino para recomponer la unidad de un país que ha padecido los estragos de la división y la polarización elevadas al rango de estrategia política. Con las palabras pronunciadas en Chicago al confirmarse su victoria, Obama no sólo desterró la pesadilla neoconservadora que ha llevado a Estados Unidos a las simas del descrédito y al mundo al borde de la catástrofe. Además, enmarcó su triunfo en la estela de una de las pocas causas que siguen ennobleciendo un siglo XX plagado de trágicos errores: la lucha por los derechos civiles.

Gracias a aquella utopía pacífica y modesta que se limitó a reclamar la igualdad de los ciudadanos, de todos los ciudadanos, ante la ley, Obama ha sido elegido como el próximo inquilino de la Casa Blanca. Por eso, este 4 de noviembre no debería ser saludado como la fecha en la que por primera vez un negro llega a la presidencia de EE UU, sino como la fecha en la que, tras el fin de las leyes segregacionistas gracias a la lucha por los derechos civiles, ser blanco o negro ha dejado de ser un criterio para elegir a quien llevará durante los próximos años las riendas del país más poderoso de la Tierra.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

La presidencia de Obama cumplirá las expectativas con las que ha sido recibida dentro y fuera de Estados Unidos si, a pesar de las dificultades que le aguardan, y de los obstáculos interiores e internacionales a los que tendrá que hacer frente, es capaz de mantener viva la tradición americana rescatada en Chicago y de actualizar, para beneficio de otras minorías, aquella utopía pacífica y modesta. También para otros países y regiones que han padecido la arbitrariedad de una política ebria de ideología e incapaz de distinguir entre el aliado leal que disiente y el enemigo.

Con su discurso, Obama ha sentado las bases para un nuevo liderazgo norteamericano en el que palabras como democracia y libertad no servirán de excusa para violentar la legalidad internacional ni los derechos y garantías de las personas. Por primera vez en mucho tiempo, las banderas de Estados Unidos han ondeado en remotos lugares, no para clamar contra la injusticia y los dobles raseros, sino para saludar una esperanza.

También estuvo a la altura el candidato derrotado, John McCain, cuyo discurso de reconocimiento de la importancia histórica y claridad de la victoria de su contrincante, de compromiso de colaboración leal y de reproche a las actitudes sectarias de sus seguidores cuando citó al vencedor, tuvo una gran dignidad.

No lo tendrá fácil el nuevo presidente, que deberá gestionar una herencia económica, diplomática y militar para la que no caben soluciones fáciles. Pero su discurso, su modo de entender la política y su capacidad para decir las palabras justas en el momento adecuado exigen no sólo saludar su elección como una oportunidad preciosa, quizá la última, para enderezar un rumbo internacional cada vez más inquietante; exigen, además, cooperar para que el sueño americano, esa tradición democrática y liberal que forjó un gran país, no vuelva a ser secuestrado ni fracase.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_