Yo estuve el 4-N en Chicago
La ciudad que en 1966 tiraba botellas a Luther King hoy abraza al ganador
"Estoy emocionada, impresionada, histérica, asombrada, conmocionada. Completamente feliz. No cambiaría este momento por nada en el mundo. Lo recordaré toda mi vida". Nexus Ransom tiene apenas l6 años. Rompió a llorar cuando se anunció el martes en el Grant Park de Chicago, pasadas las 10 de la noche, que Barack Obama se llevaba los votos electorales de Virginia y California. Era el nuevo presidente electo. "Me habían dicho que esto nunca sucedería y ha sucedido", decía entrecortada esta joven negra. Apenas podía hablar. "Ya está. Se ha hecho historia. Mis hijos verán un mundo mejor".
Fue una de las frases más repetidas en la épica noche electoral. Alrededor de Nexus, negros, blancos, asiáticos, hispanos, ancianos, niños, jóvenes, adultos, mujeres y hombres se abrazaban, besaban, gritaban, bailaban y lloraban en una especie de éxtasis colectivo. Otros se quedaron sin palabras. Muchos no podían ni explicar lo que sentían. Todos decían estar orgullosos de su país. "Ésta es la América que nos gusta", gritaban algunos agitando sus banderas. "Ésta sí". Yes, we can [sí, podemos] se estaba convirtiendo en yes, we did [sí, pudimos].
Las escenas de emoción comunitaria a medida que se iban proyectando los resultados en las pantallas gigantes de Grant Park recordaban el final del famoso sueño de Martin Luther King, explicado a la nación un 23 de agosto de 1963, en el que "negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos" unirían sus manos y cantarían "libres, al fin". Más de 250.000 personas estaban congregadas en Grant Park. "El reverendo King estaría tan orgulloso", se emocionaba Jahnnetta Philpotts, de 40 años. "Su sueño ha empezado a cumplirse. Será gradual, poco a poco, sin varitas mágicas. Pero será".
La misma ciudad que en 1966 arrojaba botellas al icono de la lucha por los derechos civiles, en la que King fue golpeado con un ladrillo y en la que tuvo que suspender una marcha por miedo a los disturbios, estaba celebrando el martes, orgullosa y unánime, al primer presidente negro de la historia del país. Su presidente. Todo empezó en Chicago. Y todo culminó frente al conocido skyline de la ciudad.
La intensidad dramática de la noche llegó a ser agotadora. Antes del gran júbilo, cuando se confirmó que Obama era presidente, había gente emocionalmente exhausta. Una vez alcanzado el orgasmo, llegó el baile liberador. Las mismas canciones que habían exaltado a las masas en los mítines del candidato cobraban otro significado. El primero, como siempre, fue Stevie Wonder y su Signed, sealed, delivered, I'm yours. "Ahora sí", gritaba una joven que cantaba a pleno pulmón.
John McCain compareció para aceptar su derrota. Ofreció un discurso generoso y conciliador que Grant Park agradeció. "Ha estado bien y ha dicho lo que tenía que decir", opinaba Chad Morton, de 41 años. "Este país está tan dividido racialmente y entre los votantes de McCain hay tanta ignorancia y miedo que cualquier otro mensaje habría sido muy perjudicial". Morton es negro y tiene un pequeño negocio de venta de chapas y camisetas electorales. "Tuvimos que dejar de ir a los mítines republicanos porque no nos sentíamos cómodos", dice. "He visto un odio y un miedo infinito en muchos ojos".
Tras el baile y la aceptación de la derrota, de nuevo la épica. Las grandes palabras. Esta vez en forma de juramento a la bandera: "Una nación, bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos". Y el himno. Las lágrimas inundaron de nuevo los ojos de muchos asistentes. La exaltación emotivo-patriótica era total. En pantalla apareció un vídeo de campaña de Obama, el mismo que se vio en el Invesco Field de Denver en agosto, cuando fue proclamado oficialmente candidato. Ayer se vio con otros ojos. Con los del adulto que mira hacia el pasado y recuerda lo incierto y difícil que ha sido el camino.
Cuando fue anunciada la "próxima Primera Familia de los Estados Unidos de América", el parque estalló. Ahí estaba el héroe, la encarnación de los sueños de los millones de personas que han creído en él, a punto de ofrecer un discurso a la altura épica de su hazaña. "Un hombre pisó la luna, un muro cayó en Berlín, un mundo se conectó gracias a nuestra propia ciencia e imaginación", dijo. Y una mujer anciana "ha votado ahora porque, después de vivir 106 años en América, de haber pasado los mejores tiempos y las horas más oscuras, sabe que América puede cambiar". Un atronador Sí, podemos se escuchó junto al lago Michigan.
Chicago salió a bailar a las calles para celebrar el nuevo sueño americano. Muchos seguían llorando mientras decían que nunca olvidarían esa noche, el comienzo de una era post-racial en la que todo es posible. Sí, pudimos.
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