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Una primera dama sin tiempo para ejercer

Miquel Noguer

Ni José, ni Pepe. Anna Hernández se refiere a su marido, José Montilla, como "el presidente de la Generalitat". Eso sí: huye de la imagen de primera dama cosechada por alguna de sus antecesoras. "¡No tengo tiempo de acompañar a mi marido!", exclama. Esta abogada y primera teniente de alcalde de Sant Just Desvern (Baix Llobregat) no tuvo reparos ayer en explicar en una conferencia cómo se las apaña para compaginar su vida profesional con una vida personal que incluye a un marido jefe del Ejecutivo catalán y hasta cinco hijos.

Admitió que quien pone orden en casa es ella y no su marido -"él concilia bastante mal"- y eso que Hernández no se queda atrás en responsabilidades públicas: es primera teniente de alcalde, responsable del área de Urbanismo de la Diputación de Barcelona, consejera delegada de dos empresas municipales y consejera en la Entidad Metropolitana del Transporte. "No es que para ver a mi marido deba llamar a su secretaria, pero los dos tenemos que apuntarlo todo en la agenda: lo que no está en la agenda no existe", explicó.

Evitó lanzar la imagen de un presidente de la Generalitat perfecto en su trabajo y en la atención a la familia. En la actualidad, Montilla apenas se encarga las tareas domésticas, admitió. Hernández intenta que se ocupe de "aspectos de más valor añadido", como el contacto con los hijos, que de los trabajos "más mecánicos" del hogar.

Toda su conferencia fue un alegato en defensa de la familia y de las responsabilidades compartidas. Jugaba en un terreno difícil. Socialista, divorciada y casada en segundas nupcias, Hernández habló invitada por el Grupo de Entidades Catalanas de la Familia, de posiciones ultraconservadoras y contrario a la mayor parte de medidas que apoyan los socialistas: desde el matrimonio homosexual hasta el laicismo. Con todo, y a base de defender la implicación de los poderes públicos para defender a las familias, cosechó más de un aplauso y la felicitación del presentador del acto, el periodista Daniel Arasa.

También mostró su lado más práctico. Dijo que las mujeres deben implicarse en política para evitar que los hombres perpetúen prácticas que no interesan a las mujeres y que, a su juicio, son también, una pérdida de tiempo. Un ejemplo: las comidas de trabajo, a las que tan asiduos son los políticos, deberían anularse, dijo. "Son algo protocolario y formal, pero muy pocas veces sirven para trabajar", aseveró. "Es mejor comer rápido, trabajar un poco menos por la tarde y tener más tiempo para uno mismo".

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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