"Por suerte, mi matrimonio arreglado fracasó"
"Si estuviéramos en Jerusalén le habría llevado a cualquier cafecito informal de la Ciudad Vieja". Sahar Khalifeh suspira porque no estamos en la Ciudad Santa. Desayunamos en Ammán rodeadas de camareros uniformados en la sucursal de una cadena con pastelerías idénticas por medio mundo. "Mis hijas me la recomendaron. Vine hace un par de días a inspeccionarla. Es que no soy de restaurantes. Y como sabe, éste no es mi país". La escritora palestina viva más traducida, como cualquier compatriota que vive en Jordania, necesita visado israelí para visitar su tierra. Teme que al cruzar la frontera le confisquen su pasaporte jordano, riesgo que evita a toda costa.
Khalifeh nació en 1941 en la entonces laica y hoy muy conservadora Nablús (Cisjordania). Una musulmana muy lejana del estereotipo. Feminista veterana. "Lo soy desde que vi el diferente trato hacia mi único hermano, mis hermanas y yo", cuenta con un ojo en la carta, en francés. "Lo siento, no hay tortitas. ¿Unos crêpes?", sugiere el camarero. "No, gracias". Tarda en decidirse. Rompiendo sus hábitos, elige café americano y un desayuno contundente, occidental, pero con el toque árabe del cruasán con zaatar (tomillo, sésamo y sal). "Todo esto engorda una barbaridad. Pero un día es un día".
La palestina viva más leída aborrece la involución árabe (y la occidental)
Sus padres la casaron pronto. Un matrimonio arreglado que "por suerte, fracasó". Sonríe. "Lo único bueno fueron mis dos hijas". Dedicó aquellos 13 años a formarse. "Leí de todo. Historia, mucha literatura, psicología, también El segundo sexo...". ¡Eh! ¿Y cómo consiguió el best seller de Beauvoir en los sesenta en Nablús? "¡En la biblioteca municipal, como todos los libros!". Eran otros tiempos. "La ocupación israelí nos está destruyendo. Hoy Nablús es una mezcla de reaccionarios, fatalismo y consumismo. Muy triste".
Su padre compró el divorcio. "Pagó las deudas de mi marido". Por fin era libre para decidir por sí misma. Se matriculó en la universidad, publicó sus primeras novelas y los críticos fueron a por ella. "Me acusaron de burguesa, de dañar la causa palestina, pero ahora admiten que no puede haber desarrollo social ni político sin la liberación de las mujeres". Marchó a EE UU y estudió literatura de mujeres y estudios sobre la mujer. Su obra retrata Palestina, sus gentes. La desesperante vida bajo la ocupación. "Sé que es irónico que escriba de mi pueblo desde el extranjero, pero aquí me siento más segura". Pisó por última vez Jerusalén -"entré a hurtadillas"- hace años para preparar Imagen, icono y promesa, editada en 2007 en España.
La involución árabe le apena y le indigna. Entre las otras clientas sólo un par muestra su cabello. "Puedo entender que el mundo árabe haya vuelto su mirada hacia Dios, porque aquí no hay esperanza. No entiendo, en cambio, que ocurra en Occidente, con su bienestar". La novelista echa pestes de la Autoridad Palestina -"Arafat era un dictador, iba de profeta"-, de los líderes árabes en general. Ella evolucionó en una dirección mientras su mundo tomaba la contraria. Está ahíta. No ha probado la palmera. Quizá inconscientemente, la ha partido en dos mitades. Así están los suyos, divididos, al otro lado de la frontera.
Paul. Ammán
- Desayuno vienés de cruasán con zaatar, tarta de manzana y palmera, café americano con leche: 5,9 dinares jordanos.
- Desayuno continental
de cruasán, barrita de pan
con mantequilla y mermelada, capuchino y zumo de
naranja: 4,50.
Total: 12,67 dinares jordanos, incluido servicio e impuestos (13,18 euros).
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