Flexibilización
En la sección Cartas al director, del diario EL PAÍS del 4 de octubre, se publicaba una carta firmada por Enrique Chicote Serna, en la que mostraba su opinión contraria a las medidas propuestas por los empresarios para flexibilizar el mercado de trabajo. En concreto, afirmaba que si el Gobierno se decide a abaratar el despido, habrá más trabajadores cobrando el desempleo. Nada más lejos de la realidad. El abaratamiento de los despidos produce el efecto contrario, ya que el hecho de que ahora sea más caro impide a los empresarios, especialmente a los pequeños, contratar a más trabajadores. Es más, muchos empresarios se desaniman y se retraen a la hora de crear nuevos empleos porque saben que sus industrias o comercios no podrán soportar el coste de un ajuste de plantillas en etapas de especial dureza.
Esta situación explica también la existencia de mayor número de contratos temporales que fijos, puesto que el empresario, ante la cuantía de la extinción del contrato laboral, opta por otras modalidades que garantizan la conclusión, con fecha prevista, fijada y sin coste, de la prestación laboral. Por eso es tan importante acometer esta flexibilización en tiempos de destrucción de empleo. Además, cuando hablamos de abaratar el despido nos referimos a los nuevos contratos, respetando, por supuesto, los contratos actuales y todos los derechos de los trabajadores.
En definitiva, la actual rigidez del mercado laboral penaliza la creación de empleo en estos momentos. De ahí que los empresarios consideremos prioritario el establecimiento de un marco de relaciones laborales que continúe con la flexibilización de nuestro aparato productivo para adecuarse a las necesidades cambiantes de la demanda y a las normas ya existentes en muchos de los países con los que tenemos que competir.
En cuanto a los "negocios millonarios" de los que habla el señor Chicote Serna en su carta, quiero hacer una breve puntualización. Los beneficios de las empresas son la garantía de la prosperidad de un país. Una parte de los mismos se convierte en riqueza para la sociedad, a través de los impuestos que pagamos, y otra se reinvierte en las propias empresas o en otras nuevas y en crear nuevos puestos de trabajo, lo que redunda en beneficio, igualmente, de toda la sociedad.
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