¿Qué ha pasado en Islandia?
El colapso islandés de los últimos días no tiene precedentes en la historia, al menos en tiempos de paz, en función de su rapidez y profundidad. Las cuotas de las hipotecas y otros préstamos se han doblado, los precios han aumentado más de un 30%, casi todos los ahorros se han esfumado, los sueldos están congelados y se prevén despidos masivos. Islandia es la primera víctima del credit crunch, y su catastrófico colapso nos muestra lo importante que es contener rápidamente la crisis para evitar que lo que ha pasado allí pueda repetirse en el resto del mundo desarrollado.
Un factor importante en el fracaso islandés ha sido su banco central. El país ha seguido una política monetaria basada en un objetivo de inflación, similar a la del Banco Central Europeo. Esto implica aumentar los tipos de interés cuando la inflación está por encima del objetivo, y reducirlos en la situación contraria. Una política de este tipo puede ser apropiada para zonas monetarias grandes, como la eurozona, pero en el caso de la minúscula Islandia ha tenido resultados desastrosos, porque ha generado enormes influjos especulativos de divisas y fuertes incentivos para que los hogares y empresas se endeudasen en moneda extranjera. Como resultado, la moneda local se ha apreciado rápidamente, dando a los islandeses una falsa ilusión de riqueza. El resultado final ha sido una burbuja: un tipo de cambio cada vez más alejado de lo que dictarían los fundamentos económicos del país, hasta que ha llegado la inevitable explosión con una dramática depreciación de la moneda.
El país tiene recursos naturales y una población formada. Saldremos de ésta
También ha ayudado a empeorar las cosas la tradición local de utilizar el Banco Central como un hogar para políticos jubilados. El actual gobernador es un ex primer ministro de carácter autoritario que ha demostrado sobradamente su ausencia de conocimientos de política monetaria y su falta de pericia en la gestión de situaciones de crisis financiera.
El tamaño del sector financiero también ha sido parte del problema. Los bancos islandeses tenían activos y pasivos extranjeros con un valor más de diez veces superior al PIB del país. En circunstancias normales esto no tiene por qué ser un problema. De hecho, los bancos islandeses presentaban mejores ratios de capital que muchos de sus competidores europeos, y una menor exposición al riesgo. En la crisis actual, sin embargo, la solidez del balance no es lo más importante. Lo que importa de verdad es la garantía implícita o explícita que el Estado puede ofrecer a los bancos de respaldar sus deudas y proporcionar liquidez. Por tanto, el tamaño del Estado en relación al de los bancos es crucial, lo que ha situado a Islandia en una posición de fuerte desventaja en relación a otros países europeos.
La causa inmediata del colapso de la corona islandesa ha sido el intento desesperado de los especuladores de ponerse a salvo en un momento de incertidumbre financiera. Pero desde luego no ha ayudado la inadecuada respuesta de las autoridades británicas, que han utilizado la legislación antiterrorista para hacerse con los activos de bancos islandeses solventes. Gordon Brown ha amenazado repetidamente con demandar a Islandia y con confiscar todos sus activos en el Reino Unido, demostrando así una aparente incapacidad para distinguir entre activos estatales, activos bancarios y activos pertenecientes a particulares islandeses que no tienen nada que ver con el problema. En la peor crisis de su historia, esto es lo último que el país necesitaba. Puede haber causado la bancarrota de su mayor banco, que era también el último superviviente, empujando así el país hacia el abismo. Esta forma de actuar no es la que uno esperaría de un país europeo y miembro de la OTAN, supuestamente amigo y aliado.
La auténtica tragedia de la presente crisis es su impacto sobre los hogares islandeses. Afortunadamente, las perspectivas a largo plazo son buenas. Islandia tiene recursos naturales por explotar y una población muy bien formada. Saldremos de ésta.
Jon Danielsson es miembro de la London School of Economics
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