La Cañada ya tiene un defensor
Unos 200 vecinos de la antigua vía pecuaria acuden al abogado que ha paralizado varios derribos promovidos por el Ayuntamiento de Madrid
Hay dos razones, no demasiado definidas, por las que Roberto Alonso Martín, de 34 años, ha dedicado toda su carrera de abogado al tema de las expropiaciones, derribos y demás formas que la Administración tiene de aligerar el suelo. La primera se remonta a hace 25 años, cuando a su padre, de oficio carbonero, le expropiaron el terreno donde guardaba el carbón para construir allí la carretera que ahora une Vallecas y Vicálvaro. La segunda razón, supone el abogado, tiene que ver con una cierta querencia a arrimarse a los retos difíciles. "Defender a alguien de lo que le hace la Administración, lo es ¿no?". En resumidas cuentas, a Roberto Alonso le va la marcha.
Las fotos del poblado no casan con la imagen de Madrid 2016
El letrado ha conseguido evitar la demolición de chabolas del Salobral
Sin conocer esas dos razones, un grupo de vecinos del Sector IV de la Cañada Real Galiana se puso en contacto con Alonso hace unas semanas, poco después de que las excavadoras del Ayuntamiento derribaran cinco casas sin orden judicial. Él les escuchó y calmó su indignación. El grupo se ha multiplicado en este tiempo hasta los 200 vecinos. Sus firmas en una lista otorgan al abogado el poder de defenderles por primera vez, de forma organizada y conjunta, de los derribos del Ayuntamiento.
El antagonista de Alonso es un funcionario de la Gerencia de Urbanismo de Madrid llamado Julio César Santos. El funcionario no quiso hablar con este periódico para la elaboración del artículo. Urbanismo sólo quiso comentar que es un empleado del Ayuntamiento que hace su trabajo. Los vecinos de la Cañada le describen como el malo de la película: "Unas gafas de montura negra", "aire chulesco", "un casco negro parecido al de un soldado antiguo" y "un martillo en el bolsillo trasero" que sólo saca para golpear las fachadas de las casas. Ésa es su forma de indicar a los obreros la vivienda que tendrán que derribar.
Alonso y Santos ya se conocen de otras batallas. El abogado ha conseguido parar por ahora los derribos de dos casas en el Salobral, las únicas que quedan en ese antiguo poblado chabolista, otra construcción junto a Mercamadrid y otra más, parada definitivamente, en la calle de la Vereda de la Cebolla, en Vicálvaro.
Los dos hombres se conocen sobre todo de ver sus firmas al final de las alegaciones que presentan ante los juzgados. Sólo han intercambiado palabras en una ocasión. Alonso acudió a las oficinas de la Gerencia de Urbanismo en Guatemala, 13, para ver el expediente de derribo de una de sus clientes. Santos suele comunicarse con él a través de otros empleados, pero ese día salió de la oficina y discutió con el abogado. La conversación acabó con un "quién se cree que es usted" del abogado, que recibió como respuesta: "Soy don Julio César Santos, jefe del Servicio Jurídico de Disciplina Urbanística".
Pese a la rivalidad, Alonso valora la implicación del funcionario en su trabajo y el control que tiene sobre todos los casos que tiene en marcha. "Ahora van a saco", dice el abogado sobre el objetivo declarado del Ayuntamiento de acabar con la Cañada Galiana. Los lodos que trajeron las últimas lluvias meten al poblado en una fotografía de miseria y abandono que no casa muy bien con la capital que aspira a ser sede de los Juegos Olímpicos en 2016. Esta semana, Urbanismo derribó más casas con el argumento de que eran construcciones ilegales y no estaban habitadas. Sin embargo, los propietarios de algunas de ellas mostraron los certificados de empadronamiento, con el visto bueno de la Junta de Distrito de Vicálvaro.
El nuevo reto del abogado es parar las demoliciones en la Cañada Real, aunque también se plantea la posibilidad de reivindicar el suelo en propiedad. "Esta gente lleva viviendo allí durante 30 años. Son sus casas", comenta. El pasado domingo, Alonso se manchaba los zapatos en el barro para asistir a la reunión de las distintas asociaciones de la Cañada para informarles de cuáles eran sus planes. Tras la charla, 200 vecinos se apuntaron en la lista. Esa lista es algo nuevo en la historia de un poblado que ha vivido siempre al margen, una nueva herramienta para defender sus techos construidos hace décadas.
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