Ana Botella gasta 400.360 euros en su sede municipal
El edificio que alberga la Concejalía de Medio Ambiente, en el paseo de Recoletos, 12, con vuelta a la calle del mismo nombre, acomete una reforma de fachadas que va a costar al erario municipal 400.360,96 euros, según la arquitecta municipal Amalia Castro-Rial, supervisora de la obra. "Desde 2002, ha habido desprendimientos y la seguridad es lo primero", justifica.
El edificio goza del llamado nivel 3 en el rango de la protección urbanística, que implica que si es reformado deberá contar con una autorización especial visada por la Comisión de Patrimonio, de la que forma parte decisiva el propio Ayuntamiento. La sede de la Concejalía de Medio Ambiente, que preside Ana Botella, ha sido andamiada desde hace días con nueve plantas de tubos de aluminio ante las dos amplias fachadas del edificio, sobre las que se lee un gran cartel de la compañía Ferrovial.
Huecos, repisas, vuelos de balcones, revocos y ornato, así como los recercados de más de cien ventanas, van a ser al completo remozados.
Fachadas de cantería
En principio, el edificio fue propiedad del constructor Abelardo de Castro, para pasar al Banco Hipotecario, luego al Banco Bilbao-Argentaria, hasta que en 1992 fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid. La construcción data de 1882, cuando Severino Sainz de la Lastra proyectó sobre un solar de 2.476 metros cuadrados de superficie cuatro casas de viviendas de cuatro plantas, más sótano y planta baja, además de buhardillas con fachadas de cantería hasta la imposta del piso principal. El resto de la fachada es de ladrillo y los forjados, entramados de madera, contaron con solados de alabastro.
La articulación de las dos fachadas, la del paseo y la de la calle de Recoletos, se hizo mediante un chaflán redondo o cubillo, que mostraba las entradas para carruajes, si bien tras dos reformas acometidas, este acceso quedó reducido. Un tómbolo, que dialoga con otros del paseo de Recoletos, culmina su cúspide, que presenta terrazas.
En los años treinta del siglo XX, como otros edificios cercanos, un cambio de ordenanza permitió ampliar su estatura tres plantas más. Intervino el arquitecto Modesto López Otero. Otra intervención fue dirigida en 1988 por José Ignacio González Pérez, que modificó el primigenio esquema de circulación interior y abrió los forjados bajos para recibir al público.
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