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Reportaje:

Arte, vida y consciencia

La relación entre arte y ciencia se transformó radicalmente con la aparición de la computadora y del vídeo, y la generalización posterior de la digitalización. Es indudable que las indagaciones de los años cincuenta y sesenta sobre la forma, con su detenida reflexión sobre el lenguaje de la ciencia y el del arte, y sus análisis de la percepción y el movimiento, sentaron un valioso precedente. De hecho, muchos de estos artistas fueron, en el paso a la década de los setenta, pioneros en la aplicación de la computadora al arte y en la atención al vídeo como medio alternativo y crítico al poder de la televisión, pero hoy sus obras (presentes en la bienal: piezas de Nam June Paik y Yacov Agam, Peter Campus y sus filmaciones aleatorias de Kiva) nos parecen, más que estrictos precedentes, avisos intuitivos de lo que habría de venir.

Los problemas (y posibilidades) que plantea al arte la cultura digital recuerdan más bien lo sucedido en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la técnica industrial proporcionó soporte a las obras de Otto Wagner o Eiffel, mientras la industria acudía al arte para solucionar problemas de diseño, como ocurrió en los trabajos de Behrens o la Werkbund. Las nuevas tecnologías (informática, cibernética o robótica) han transformado el modo de vida y la cultura, como en aquel tiempo lo hizo la industria. Pero la ciencia, que entonces se percibía como un principio racionalizador de la experiencia, ahora aparece como un "vasto conjunto de lenguajes" que multiplican los circuitos de información y comunicación, sustituyen gestos humanos por procesos maquinícos, elaboran nuevos materiales o diversifican la imagen virtual. La conciencia contemporánea no está mediada por procesos industriales sino por la estructura de estas tecnologías cuyas luces y sombras cruzan nuestro modo de vida.

La tercera edición de la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (BIACS) se centra en esta "mediación tecnológica de la vida y la conciencia". Así lo indican en Sevilla las obras de Lozano Hemmer (el espectador ve su sombra reflejada en sendas pantallas: una cruzada por palabras, la otra llena de televisivos bustos parlantes) y, en Granada, lo patentiza con brillantez Jeffrey Shaw, con su instalación tridimensional y envolvente surcada por heteróclitos fragmentos de informativos.

La reflexión crítica sobre la comunicación es la clave del trabajo de Mark Lee y en ello insiste de modo más conceptual Arenas movedizas, de Concha Jerez y José Iges, al subrayar la incertidumbre que surge de la misma abundancia y aleatoriedad de la información. Esta visión crítica se completa con la propuesta de Lillian Ball (producida por la BIACS), que presenta los diferentes y dispares intereses que rodean la reserva natural de Doñana. Desde un punto de vista distinto trabaja Dora García, acumulando narraciones en un soporte web.

La contraposición entre la actividad humana y la de la máquina se evidencia en una pieza de Robot-Lab, un robot alojado en una recoleta capilla de la antigua Cartuja escribe sin cesar la Biblia como trasunto del trabajo monacal en los códices.

Vídeos como los de Manolo Bautista o Zbigniew Rybczynski muestran las posibilidades del arte en soporte tecnológico que se evidencian más claramente aún en obras como Narcissus' Mirror, de Monika Fleishmann (otra producción BIACS): el espectador se refleja en una pantalla de cristal líquido. A ella hay que añadir la de Christoph Höschele, cuya filmación del itinerario entre el lugar de nacimiento de Marcel Duchamp y el de su fallecimiento se activa mediante una rueda de bicicleta, Reactable (un instrumento musical que todos pueden manipular combinando diversas piezas modulares), o la fusión de vídeo, animación, dibujo y performance de Marcel-lí Antúnez. En Granada, destacan el biombo del coreano Lee-Nam-Lee, que convierte la pintura oriental en cuidada animación, y las imágenes virtuales del japonés Yasuhiro Suzuki.

El conjunto de las obras tecnológicas es heterogéneo pero tiene la virtud de suministrar elementos para el debate sobre las distintas direcciones del arte. Más homogénea es la sección dedicada a la arquitectura: arranca de las posiciones radicales de Archigram o Himmelb(l)au y concluye en diversos proyectos que plantean la relación entre arquitectura y lenguaje digital (Enric Ruiz-Geli, edificio Media-Tic, o el colectivo Hackitecture.net) y de una y otro con el medio natural: así, la propuesta de Xefirotarch para la Sala de conciertos de Busán, la de Vicente Guallart para la Expo 2012 de Wroclaw o la de CHS Arquitectos para el Museo Nam June Paik. Este amplio conjunto de proyectos permite una mejor apreciación de la obra de Matthew Ritchie, The Morning Line, cuyos evidentes valores tropiezan con su talante espectacular y abre la reflexión sobre el qué y el cómo del arte público.

La tercera edición de la bienal ofrece, pues, información y elementos para una discusión que va más allá del ámbito artístico. Las recurrentes burbujas (tecnológica, inmobiliaria, financiera) del capitalismo global apenas son imaginables sin las estrategias que se mueven en los canales de información, comunicación e imagen. Estas sombras de la época se sugieren con dos grandes lienzos (Enjambre I y II) de Curro González y una fotografía de Gonzalo Puch que cubren casi por completo los muros de la capilla de Colón. Por todo ello, la propuesta, aunque menos rica que la de Okwui Enwezor, puede ser más fértil. A esta cualidad hay que añadir el acierto de la extensión a Granada, donde la disposición del espacio establece un interesante contraste entre el palacio de Carlos V, y algunas piezas árabes de aquel museo, y las obras de la bienal. Deficiencias también las hay. Se echa de menos en la parte tecnológica una somera explicación de cada obra. Más grave es la pobre página web de esta edición de la BIACS: no se entiende que una muestra centrada en las tecnologías digitales confeccione una página que avergonzaría a un mal estudiante de comunicación. Son carencias que deberían subsanarse si se quiere aprovechar el potencial de la muestra. O

BIACS3. En Sevilla: monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas. Avenida de Américo Vespucio, 2. En Granada: La Alhambra. Palacio de Carlos V. Real de La Alhambra, s/n. Hasta el 11 de enero de 2009. www.fundacionbiacs.com/

Obra del artista austriaco Kurt Hofstetter.
Obra del artista austriaco Kurt Hofstetter.

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