La sonrisa de Isabel Cepeda
Estoy a punto de creer que, en el fondo, el destino no se comporta del todo mal con esos seres necesarios, por su ejemplo de dignidad, para quienes nos movemos en el pantanoso terreno de las mezquindades humanas. Y es que Isabel Cepeda, la excepcional esposa del profesor Neira, no merecía perder su sonrisa; esa que ha recuperado desde que el marido ha salido del coma después de la paliza que le propinó aquel animal -con perdón para las bestias- cuando salió en defensa de aquella insensata. (Por cierto, me parece una vergüenza el protagonismo que le están dando ciertos medios a esta impresentable).
Uno ve a Isabel cuando algún periodista se le ha acercado para interesarse por la salud de su marido y quisiera trasmitirla tanta solidaridad, tantas energías que ni encuentra las palabras. Ella ya las tiene todas, las imprescindibles: las de la honestidad y el respeto hacia el prójimo por mal que vengan dadas. Sólo me queda darles las gracias, porque personas como ellas nos hacen sentir mejores, si algún día consiguiéramos imitarles... Y porque al contemplar esa sonrisa única a mí me salen chiribitas en el alma.
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