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La peor semana del 'nuevo' Rajoy

Preocupación en el partido por la suma de problemas que asedian al líder

Carlos E. Cué

"Estoy a su disposición para las preguntas. Pero de este tema, por favor". El martes a última hora de la tarde, con aspecto agotado y recién llegado de La Moncloa, Mariano Rajoy pedía clemencia a los periodistas con este guiño. Quería hablar de economía, y evitar que le preguntaran sobre la enésima mala noticia interna, la que acababa de producirse en el Congreso: la fuga de votos de dos diputados murcianos, que se opusieron a la toma en consideración del Estatuto de Castilla-La Mancha.

Era la puntilla que faltaba a una semana durísima, que empezó el jueves con el fracaso total de su comida con su hasta ahora socio, el navarro Miguel Sanz (UPN), continuó el viernes con el desliz del "coñazo de desfile" y continuó el lunes con el cambio de posición sobre el plan económico -presionado por los bancos, pasó de la crítica cerrada al apoyo con reservas-.

Algunos preguntan si la crisis navarra no se podría gestionar con más mano izquierda
Un diputado próximo a Aznar no votó el Estatuto de Castilla-La Mancha

En los pasillos del Congreso y entre los dirigentes regionales consultados por teléfono era patente la preocupación por la sensación de descontrol. Rajoy, muy molesto por las dimensiones que alcanzó su desliz sobre el desfile, que le ha supuesto un bajón anímico -pocos españoles han dejado de escuchar su confidencia con Javier Arenas- protagonizó además el lunes la rueda de prensa más tensa desde que ganó con claridad el congreso de Valencia y superó, al menos de momento, la crisis interna.

El asunto de la fuga murciana es especialmente sangrante porque los socialistas no sufrieron ni una fuga, a pesar de que tenían el mismo problema del agua.

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"Esto pasa por la falta de autoridad interna. Madrid ya se sabe que va por libre. Luego son los navarros, ahora los murcianos, Rajoy tiene que demostrar ya su poderío o vendrán más cosas", sentencia muy preocupado un diputado afín al líder.

La dirección del grupo, en manos de Soraya Sáenz de Santamaría, trató de hacer ese gesto de autoridad rápidamente y multó con 300 euros a los dos diputados murcianos. Pero ya han saltado todas las alarmas. Para los que ven conspiraciones en todas partes -algo frecuente por la durísima crisis poselectoral- no ha pasado desapercibida la ausencia en la votación, sin justificación oficial, del también murciano Jaime García Legaz. Se trata del secretario general de FAES y mano derecha de José María Aznar, presidente de esa fundación, a quien casi todos los marianistas ven siempre detrás de cualquier operación de desgaste del líder.

La ausencia de García Legaz, que ayer señaló a EL PAÍS que "ha dado las explicaciones internas a quien tenía que darlas", fue muy mal recibida por algunos diputados, que le acusan en privado de cobardía, aunque probablemente no será sancionada. Tampoco lo fue Luisa Fernanda Rudi, recuerdan amigos de García Legaz, cuando rompió la disciplina en el voto del minitrasvase a Barcelona. Otros parlamentarios narran que el movimiento anti-estatuto llegó a ser muy poderoso el martes entre diputados del sector crítico, pero la dirección logró impedir una fuga masiva.

Otros dirigentes críticos señalan que el debate del estatuto ha dejado en evidencia la dificultad de Dolores de Cospedal para compatibilizar el cargo de secretaria general, y por tanto representante de los intereses de todo el partido, con el de líder de la oposición en Castilla-La Mancha.

El problema de fondo, el que de verdad cuestiona la autoridad de Rajoy, es Navarra, señalan varios dirigentes. Todo camina hacia el renacimiento del PP navarro, una operación muy compleja y costosa. Aunque creen evidente que Sanz es el culpable, algunos diputados preguntan en voz baja si no se podría haber gestionado la crisis con más mano izquierda para evitar llegar a una ruptura que no interesa a nadie. Rajoy vuelve a tener así ruido de pasillos después de unas semanas de tranquilidad, aunque, como siempre, sigue sin haber un gran grupo organizado ni mucho menos un candidato alternativo.

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