Los flecos de la memoria histórica
Aunque queda fuera de toda duda que el principal objetivo de la Ley de Memoria Histórica ha de ser el de rehabilitar la memoria de todas aquellas personas que fueron víctimas inocentes de la violencia sectaria, convendría no olvidar algunos flecos que, aunque desde un punto de vista objetivo puedan parecer secundarios, no por ello dejan de tener su importancia, siquiera desde un punto de vista simbólico.
Voy a recordar un caso probablemente poco conocido para muchos. La localidad de Numancia de la Sagra, situada al norte de la provincia de Toledo, ostenta este nombre tan sólo desde octubre de 1936, fecha en la que las tropas franquistas la ocuparon militarmente imponiéndole manu militari esta denominación ajena por completo a su tradición y a su historia en sustitución de su nombre tradicional, Azaña.
La saña franquista contra la figura del presidente de la Segunda República Española llegaría a tales extremos que sus gerifaltes hicieron todo lo posible por borrar cualquier rastro de su apellido, como ocurrió con el caso que nos ocupa o con la todavía más chusca supresión, en el callejero de Alcalá de Henares, de la calle dedicada a Esteban Azaña, padre de don Manuel y alcalde significado de la ciudad, así como su historiador, a finales del siglo XIX.
La injusticia de la calle alcalaína se subsanó hace ya tiempo, pero la del pueblo toledano sigue vigente todavía hoy pese a que su Ayuntamiento, paradójicamente, ha estado gobernado por el PSOE durante la buena parte de los años transcurridos desde las primeras elecciones municipales de 1979, estando actualmente la alcaldía del mismo en manos de este partido.
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