"La juventud eterna"
Por imposible que nos resulte a los muchos que la quisimos, se ha ido para siempre Natalia Stucley (como a ella le gustaba llamarse, a la inglesa, aunque en España fuese Jiménez Cossío). Fue el pasado 27 de septiembre, a los 87 años. Nacida en Madrid el 15 de junio de 1921, era hija de Alberto Jiménez Fraud, fundador, director y alma de la Residencia de Estudiantes entre 1910 y 1936, y de Natalia Cossío, hija a su vez de Manuel B. Cossío, el más estrecho colaborador de Francisco Giner de los Ríos. Carácter y destino en Natalia estuvieron marcados por la pertenencia a una familia como la suya, con la que siempre se mantuvo estrechamente unida.
Pero precisamente por ser quienes fueron sus padres y sus abuelos, y gracias a la libertad en la que vivió y fue educada, quienes la conocimos y quisimos, sabíamos que ella era, ante todo, igual a sí misma. Porque no era una institucionista "de uniforme", ni siquiera se mostraba siempre como podrías esperar de alguien "de la Residencia". Pintora que llevó a sus obras la luminosidad que quiso para sí y en su vida, en una familia donde siempre se había vivido el amor al arte, Natalia era el deseo de vivir, la libertad y la aventura, esas cosas que asociamos (no siempre acertadamente) con la juventud. Desde luego, el ímpetu de Natalia hasta el último día, fue un ímpetu juvenil.
José Moreno Villa, cuando evoca la vida en la Residencia en los mismos años en los que Natalia dio sus primeros pasos por la Colina de los Chopos, se refiere a "la juventud eterna, los estudiantes, que se esparcían por los campos de juego, cantaban bajo las duchas, tomaban baños de sol en las azoteas o discutían en sus cuartos". ¡La juventud eterna! Creo que ese afán caracterizó a la gente de la Residencia y caracterizó siempre a Natalia.
Alberto Jiménez Fraud nos ha contado el angustioso viaje de Natalia al exilio: "La explosión de la Guerra Civil sorprendió a mi hija y a sus padres en la Residencia. Un mes después la enviábamos, sola, a Alicante, donde un torpedero inglés la llevaría a Francia. Antes de embarcar tuvo algunas dificultades. Un, aún desconocido para nosotros, diplomático hispanoamericano, fue testigo casual de aquellos impedimentos, y sabiendo quién era la niña, salvó todos los obstáculos.
Mi hija viajaba con modestísimo equipaje: un maletín en una mano y, en la otra, su álbum". El famoso álbum de Natalia es la memoria de la Residencia. Se lo regaló el poeta Max Jacob, con un autorretrato bienhumorado y sagaz, en 1926, un año de esplendor para la Residencia. Muchos de los conferenciantes invitados dejaron en él sus textos y dibujos, algunos espléndidos: Chesterton, Wells, Carter, Valery, Keynes, Marie Curie, Le Corbusier, Gropius, Dalí, Moreno Villa... Natalia logró proteger su álbum, y atravesando una España rota por la guerra, ponerlo a salvo para que llegase hasta nosotros.
No se consideraba ni quería considerarse una exiliada. Acostumbrada desde su nacimiento a tratar a los invitados británicos de la Residencia, se integró de inmediato en el país de acogida. Su matrimonio en plena II Guerra Mundial con John Stucley, perteneciente a una antigua familia inglesa y a la Marina Real británica, determinó su definitivo afincamiento. Al terminar la guerra, Natalia acompaña a su marido destinado a la Flota del Mediterráneo y, cuando John cambia la carrera militar por la jurídica, en la que se llegó a jubilar como juez, los Stucley se instalan en Londres en 1955, ciudad que Natalia no dejará ya nunca del todo.
Desde que iniciamos la recuperación de la Residencia, Natalia nos acompañó con su alegre energía. También en el patronato de la Institución Libre de Enseñanza, donde sucedió a su madre. Siempre le agradeceremos haberse prestado a hacer de puente entre aquel extraordinario mundo en el que se formó y éste que hoy nos afanamos por mejorar, derrochando en ese empeño toda su alegría, su espíritu libre, su vitalidad, su juventud eterna.
José García-Velasco es historiador de CSIC y ex director de la Residencia de Estudiantes.
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