Lo que es y lo que puede ser
Desde hace unos quince años, todo el que quiera escribir sobre las ficciones de Carlos Fuentes ha sufrido la tentación de comenzar citando Geografía de la novela. Yo he cedido alguna vez, y ahora, me temo, volveré a ceder, porque en ninguna parte aparece tan claro el ADN literario de sus libros -lo que los vuelve únicos e imprescindibles, lo que explica por qué los seguiremos leyendo- como en las primeras páginas de ese ensayo. Uno va a ellas y se encuentra con una verdadera poética que también es una ética de la escritura. "La novela ni muestra ni demuestra al mundo, sino que añade algo al mundo", leemos, y también que la obra de arte "forma la realidad, pero una realidad que no es, muchas veces, inmediatamente perceptible o material". La rebelión contra el realismo pedestre y mimético que durante mucho tiempo fue marca de fábrica de la literatura en lengua española: ahora es fácil acomodarnos a esas ideas, que se han vuelto de aceptación general. Pero hace menos de cuarenta años Miguel Ángel Asturias todavía despotricaba contra estos novelistas latinoamericanos que querían ser Proust, y gritaba histéricamente que la novela latinoamericana será comprometida o no será. Lo que ha hecho Carlos Fuentes en los 50 años que han pasado desde La región más transparente es básicamente eso: la construcción de un mundo mexicano, latinoamericano, hispánico, que no existía antes, y lo ha hecho además con materiales -nuestra historia común- que no sólo ya existían, sino que habían sido manipulados hasta la saciedad. Kundera recuerda en El telón ese "teatro de la memoria" que aparece en Terra nostra, un aparato medieval que no sólo proyecta sobre una pantalla "todos los acontecimientos que se han producido, sino todos los que habrían podido producirse". Pues bien, dice Kundera, lo que Fuentes proyecta sobre su propio teatro de la memoria no es la historia de España, sino una variación fantástica sobre la historia de España. La inmensa posibilidad de lo imaginario, el derecho de la fantasía a parir versiones que no coincidan con las ya existentes: no se me ocurre mejor definición del arte del novelista, ni mejor elogio de la imaginación como fuerza creadora, como transformadora de la experiencia en conocimiento.
Todo lo que no ha sido contado en una novela, parece decir Fuentes, es incomprensible
O tal vez sí: tal vez sí se me ocurre.
Y está también en Terra nostra, que, como miembro con carnet de la estirpe de Cervantes, es una de esas novelas que contienen sus propias claves, su propio manual de instrucciones. En cierta conversación el Señor le dice a su escriba: "Multiplica las dudas, Guzmán, relata todas las posibles historias y pregúntate otra vez por qué escogimos una sola versión entre esta baraja de posibilidades". Se refiere a la fundación de la Iglesia católica sobre el relato bíblico de la muerte de Jesús, pero podría referirse a toda la historia, a todo eso que llamamos pasado y que constituye, tanto el individual como el colectivo, la obsesión principal de Fuentes. Me gusta la palabra versión en esta cita, porque en su treintena de libros Carlos Fuentes se ha dedicado a dar la suya, pero al mismo tiempo a incluir, cervantinamente, todas las demás. Fuentes es de los que piensan todavía que la novela es una herramienta de conocimiento (aunque ese conocimiento sea ambiguo, intuitivo, impreciso y contradictorio), y parece pensar además que la vida del novelista es una carrera despiadada por colonizar con el mundo escrito los reinos de lo no-escrito. Todo lo que no ha sido contado en una novela, parece decir Fuentes, es incomprensible. Esto, como he dicho en otra parte, es lo que hay implícito en las dos frases que abren Los años con Laura Díaz: "Conocía la historia. Ignoraba la verdad". Leer a Fuentes es también encontrar la verdad detrás de la historia, y aprender además que se trata de una calle de dos vías: que nos podemos encontrar con la revolución mexicana a través de un hombre (La muerte de Artemio Cruz) o con un hombre a través de la revolución mexicana (Gringo viejo). Pero sea como sea nos encontraremos con una obra generosa, abarcadora, voraz, infinitamente curiosa y por ello intensamente humana; una obra que, en este mundo donde la Escuela de la Literalidad parece dominar el panorama, reivindica el poder de la imaginación, y sólo por eso es necesaria. ¿Puedo volver una vez más a Terra nostra, que de todas formas es un lugar adonde se puede volver mil veces sin agotarlo? Hacia el final de la novela fray Julián le dice al Cronista: "Deberían aliarse, en tu libro, lo real y lo virtual, lo que fue con lo que pudo ser, y lo que es con lo que puede ser. ¿Por qué habías de contarnos sólo lo que ya sabemos, sino revelarnos lo que aún ignoramos?". Carlos Fuentes no lo habría dicho mejor. -
Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es autor de Historia secreta de Costaguana y el libro de cuentos El amante de todos los santos (ambos en Alfaguara)
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