La serena madurez
Más sabio, más sereno y lúcido que nunca, Claudio Abbado (Milán, 1933) celebra este año su 75º aniversario como sólo los viejos maestros saben hacerlo, al pie del cañón, contagiando su pasión por la música en cada concierto. Quienes le conocen de cerca dicen que sigue siendo una persona muy tímida y reservada, pero que se ha vuelto menos esquivo. Tras salir victorioso en su lucha contra un cáncer de estómago, muestra ahora una vitalidad extraordinaria y disfruta con contagiosa alegría el placer de hacer música.
Músico respetado en todo el mundo, Abbado ha sabido mantener a salvo su honestidad e integridad artística sin ceder a las tentaciones que rodean al negocio de la música. Sabe que el poder pasa su inevitable factura -en su larga carrera, iniciada en 1960, ha llevado las riendas de orquestas como la Sinfónica de Londres y la Filarmónica de Berlín, donde sucedió al todopoderoso Herbert von Karajan, y de teatros siempre convulsos, como la Ópera de Viena y la Scala de Milán- y ahora prefiere invertir sus energías en proyectos que mantienen viva su curiosidad como intérprete: por eso es tan feliz dirigiendo la Orquesta del Festival de Lucerna, que creó reuniendo a cotizados solistas internacionales que comparten el amor por la música sin divismos: o cuando trabaja con formaciones de jóvenes músicos dispuestos a dejarse la piel en cada concierto, como la Joven Orquesta Mahler o la Simón Bolívar de Venezuela.
Músico comprometido socialmente, transformó la vida cultural milanesa en los setenta colaborando con Giorgio Strehler, Paolo Grassi, Luigi Nono y Maurizio Pollini, acercando la música a zonas deprimidas de Italia, como la Emilia Romagna, a través de ensayos públicos, talleres y conciertos en fábricas y escuelas. En plena madurez, vuelve a dejar constancia de su compromiso con el arte en su nueva aventura, la interpretación de la música barroca y clásica con instrumentos originales y criterios de época. Para explorar este territorio ha asumido la dirección de la Orquesta Mozart, fundada en 2004 en el seno de la Academia Filarmónica de Bolonia, con la colaboración como concertino del virtuoso e inquieto Giuliano Carmignola.
Los frutos de su flamante pasión historicista con esta orquesta constituyen el regalo de aniversario que Deutsche Grammophon, donde graba desde 1967, brinda al maestro milanés con motivo de su 75º aniversario. Mozart copa el protagonismo en la edición con dos lanzamientos: un doble disco con los cinco conciertos para violín, con Carmignola, y la soberbia Sinfonía concertante para violín y viola, K. 364, con la violista Danuscha Waskiewickz compartiendo tareas solistas. El otro doble álbum reúne cinco sinfonías, entre ellas las conocidas Haffner, Praga y Júpiter.
La edición incluye su segunda integral de las nueve sinfonías de Beethoven al frente de la Filarmónica de Berlín, grabada hace ocho años en la Academia Santa Cecilia de Roma y sólo disponible hasta la fecha en DVD (EuroArts), salvo la famosa Novena, que es la misma versión del ciclo berlinés grabado en 2000. Hay más Beethoven, pero éste es ya un clásico, los cinco conciertos para piano, con Maurizio Pollini, grabados en directo en 1992 y ahora reeditados en un triple álbum junto a una novedad, el Triple concierto para piano, violín y violonchelo, con Alexander Lonquich, Ilya Gringolts y Mario Brunello como solistas y la Joven Orquesta Simón Bolívar.
El sello amarillo también ha editado Abbado in concert, un doble DVD que recoge dos chispeantes oberturas de Rossini -El barbero de Sevilla y La cenerentola- con la orquesta de la Scala, y, en una oportuna muestra de su intensa relación artística con la Filarmónica de Viena, tres piezas vocales de Mozart, la bellísima Misa número 6, D 950, de Schubert, y una fenomenal versión del Concierto para piano número 2, de Brahms, con el genial Pollini. -
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