El penúltimo centro
Lezama, la discutida joya de la corona rojiblanca, retrató ayer los dos tiempos del club. Primero, los supuestos nuevos tiempos, los de la metodologia, el análisis sistemático, la informatíca, los procesos de captación, el socuting. Nuevos tiempos en la formación futbolística que, sin embargo, sigue dependiendo del talento (se sigue naciendo futbolista, como se nace zurdo o trabajador). Y una hora después, el fútbol de toda la vida, el del futbolista que retorna al club una parte de los favores recibidos, que acostumbrado a centrar al àrea, esta vez decide centrar al club (no a la directiva, sino al club) su últimos millones de la vida profesional. Dos retratos, dos colores en un club sentimental como pocos, en apariencia, pero profesional como todos, en la realidad.
Etxeberria protagonizó la polémica más aguda entre Vizcaya y Guipúzcoa
Su último gesto puede parecer un detalle de rico, pero reconforta el alma del Athletic
Joseba Etxeberria dijo ayer que el Athletic es mucho más que un club. Lo dijo un futbolista al que le tocó protagonizar la polémica interterritorial más aguda (ríanse del caso Zubiaurre) entre Athletic y Real, entre Guipuzcoa y Vizcaya. Y tenía 17 años, y apenas había jugado unos minutos en Primera División, y era una moneda al aire soportado por el criterio de los técnicos que aguantaron el tirón.
Etxeberria le dio, desde entonces, gol al Athletc, pero le dio mucho más. Le dió velocidad, un bien escaso en el fútbol. Le dio regate (un bien aún más escaso), le dio pillería (si, aún más escaso), le dio versatilidad en el juego (extremo, media punta, delantero), le dio presencia internacional (un bien más escaso aún en el futbol vasco), le dio trascendencia. Pero sobre todo le dio un valor profesional incalculable. Etxeberria, era, es, un jugador irreductible. Por mucho que su marcador le pillase el tranquillo, le abortase todos su regates, le cortase todas sus carreras, Etxeberria seguia inisistiendo, sabedor de que el éxito en un partido a veces depende de un instante, de un momento de inspiración. Es decir, es un futbolista que jamás se rindió. Su último gesto, prescindir de una millonada, le puede parecer a algunos un detalle de rico. Pero en un club sentimental, azotado por las (justas) peleas judiciales en demanda de sus haberes y contratos, el gesto de Etxeberria reconforta el alma de la entidad ¿Y eso cuánto vale?
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