El tirano
Las Democracias Griegas, la República de Roma, la Francia Posrevolucionaria, la Alemania de entreguerras... A lo largo de la historia, la corrupción, la incompetencia y el corporativismo han llevado a la ruina moral y el caos operativo a los más ilustres regímenes. Perdida en la práctica toda autoridad, el fin ha llegado frecuentemente en la forma de una patética ceremonia. La cámara representativa acuerda solemnemente su propia renuncia en favor de un salvador que ostenta ya el poder en la práctica: el tirano es incorruptible y encarna la virtud moral, la firmeza y la determinación necesarias para rescatar al pueblo de la crisis.
Si en algunos casos el tirano dio en autoproclamarse Emperador, Caudillo o Gran Timonel, la situación en Estados Unidos, no por pintoresca es menos reveladora. El secretario del Tesoro es omnipotente, "... está autorizado para emprender las acciones que considere necesarias... sin limitaciones... elaborar normativas y directrices..." para gestionar el Tesoro Público hasta "la cantidad de 700.000.000.000 dólares" y al margen de la ley. "Las decisiones del secretario están libres de control y no están sujetas a la inspección de ningún tribunal ni organismo del Gobierno" (según propuesta del secretario del Tesoro publicada por EL PAÍS del domingo 21 de septiembre).
¿Formalizará el congreso americano su renuncia de facto a la gestión de la economía? ¿Le secundará el Parlamento Europeo, como piden algunos.
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