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Reportaje:

Esta cena no entra por los ojos

Un restaurante propone un menú exótico que se degusta en la penumbra "para potenciar los sentidos"

La mesa está puesta y unas cuantas velas repartidas por el recinto permiten adivinar las servilletas y la cucharita dispuesta para la primera degustación.

Predomina la penumbra y sin pedir permiso irrumpe la voz de la chef Fátima Pérez: "Este aperitivo se llama rojo por dentro, rojo por fuera, a ver si descubren de qué se trata". Se le escucha, pero no se la ve. Como no verá el comensal los cinco platos, dos postres y tres copas de vino que en adelante servirán los habilidosos camareros del restaurante madrileño Diablo Mundo (Espronceda, 34). Una particular "cena a oscuras" es la propuesta con la que la chef vallisoletana recibe el otoño.

"La primera cena es el 25 de septiembre" anuncia la chef. En adelante el último jueves de cada mes se apagarán las luces y por 50 euros los que se arriesguen podrán degustar sabores y texturas a oscuras.

Sin la vista, los otros sentidos se agudizan y se desborda la curiosidad

"Creo que es melón y sandía", se aventura Adrián, un joven periodista que antes de llevarse la cuchara a la boca, olfatea a conciencia el pequeño cuenco. "Definitivamente es pepino", comenta otra alegre comensal. La voz -al mejor estilo del Gran Hermano- se ríe y al final confiesa que lleva sandía y frambuesa. Limitada la vista, los demás sentidos se agudizan. Pero sobre todo se desborda la curiosidad, porque los platos son un secreto. Pérez se apresura a anunciar el siguiente acertijo: "Marinero de agua dulce" y advierte "no se asusten. Hay una hoja que usan los pescadores para adormecer a las truchas y hemos incluido una variedad de esta planta en el siguiente plato". Hay risas nerviosas, pero todos se arriesgan. Incluso a probar la "salsa sedante" con el dedo, como recomienda el sumiller José Carlos Arroyo, que ha estado guiando la degustación de vinos blanco y tinto que acompaña el desfile de pequeños y exóticos platos.

Fátima Pérez resume esta cena-juego como una estrategia para concentrar la atención de sus comensales en el acto de comer y compartir en la mesa. Los demás acertijos comestibles tendrán que descubrirlos quienes se atrevan a probar esta comida que no entra precisamente por los ojos.

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Hoteles como el Palace en Madrid y el María Cristina de San Sebastián ya se han lanzado a la aventura de anular la vista para potenciar los demás sentidos hacia la comida en cenas programadas. Al igual que el sumiller Javier Serrano que organiza en distintos restaurantes del país su conocida cena de los sentidos, en la que los comensales deben usar un antifaz.

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Una mujer degusta uno de los platos en la <i>Cena a oscuras</i>, en el restaurante Diablo Mundo.
Una mujer degusta uno de los platos en la Cena a oscuras, en el restaurante Diablo Mundo.LUIS SEVILLANO

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