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Columna
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'Mamma nostra'

Fue un congreso de risas y de abrazos. Prietas las filas alrededor de su líder carismática, los populares madrileños la jalearon y se jalearon a sí mismos para animar una convención tan aburrida como prescindible en la que la candidata única fue ungida con el 96,34% de los votos. Se supone que los disidentes, ese 3,66% restante, sería elegido por sorteo y para cubrir las apariencias democráticas; ser elegida por aclamación hubiera resultado excesivo. Fue un congreso aburrido, pero los disciplinados militantes del partido supieron transformar sus bostezos en amplias sonrisas. La foto que publicaba este periódico el sábado pasado abriendo esta sección era la de tres políticos sonrientes y encantados de conocerse: en el centro, la presidenta de la Comunidad y del PP madrileño, Esperanza Aguirre, con sonrisa crispada, miraba la papeleta del sí que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, sostenía en su mano derecha y que parecía hacerle muchísima gracia. El tercero, Francisco Granados, número dos de la presidenta, aparecía algo desenfocado pero exultante.

Con el puñal clavado, los militantes del PP estaban tranquilos y preferían no hurgar en las heridas

Un hombre leal este Granados, con una lealtad a prueba de ridículos, como se demostraba en una foto de la página siguiente en la que se distinguía con detalle su solapa con el pin de su jefa, "espp" semioculto por otro de un corazón con puntillas atravesado por una flecha del arco de Karina, una de esas flechas "que van contigo donde quiera que tú vas". Sólo necesitaría un tatuaje a juego para exhibir su imborrable adhesión a flor de piel. Suponemos que a Granados no le faltaría el pequeño kit del militante que se vendía en un puesto del congreso y que se componía, según la detallada crónica de estas páginas, de una manta polar para sentirse a gusto en la cumbre, un simpático llavero, una práctica agenda, divertidos pins y una funda de ordenador, sin ordenador (para éste seguramente tendrán que rellenar una cartilla de cupones). Esta vez no había tostadora, pero seguro que Granados ya la tiene en casa; no es una tostadora cualquiera, es una tostadora especial que estampa a doble cara y en pocos minutos el logo del PP sobre las rebanadas del desayuno, o sobre cualquier otra superficie, aunque no se recomienda aplicarla directamente sobre la piel como hierro de ganadero; sería un bonito símbolo de lealtad incondicional pero el proceso debe ser muy doloroso. Y no es tiempo de dolor en el PP, es tiempo de amor, de fraternidad y de unión. "Unidad por encima de las discrepancias puntuales" reclamaba la presidenta, y los discrepantes puntuales, gallardonistas incluidos, la votaron, aunque sus nombres no figuraran en su candidatura. Unidad de destino en lo universal y sereno contraste de pareceres en la pluralidad. Con estos mimbres iba a salir un congreso muy aburrido, sin una mala conspiración que echarse al coleto, pacífico y unánime, un congreso a la búlgara. Para darle algo de color a la fiesta popular, un militante travieso y con conocimientos de inglés programó la subida a las tablas de Esperanza a los acordes triunfales de un tema de ABBA y la mamma del PP madrileño saludó exultante. A Gallardón le castigaron con otro tema de ABBA que esta vez hablaba de perdedores. Un chiste casi privado por la acústica y por la fonética; habrá que esperar unos años, hasta que todos los niños que ahora estudian Educación para la Ciudadanía en inglés tomen las riendas de la formación conservadora.

"Esto es el Partido Popular. Aquí venimos apuñalados de casa", declaraba a este periódico un miembro sin identificar de la nueva ejecutiva para justificar el tedio reinante; las aguas del Canal de Isabel II corrían turbias ante la polémica privatización del 49% de nuestras acciones. Pero con el puñal clavado en la espalda, los militantes del PP estaban tranquilos y preferían no hurgar en las heridas. La discreción y el anonimato fueron la tónica con los medios, por lo menos con éste. Las declaraciones efectuadas ante los compañeros de estas páginas venían identificadas por "una dirigente poco sospechosa de aguirrista", "un concejal del Ayuntamiento de Madrid, de corte aguirrista", o "un miembro de la nueva ejecutiva". Ni nombres, ni apellidos, el que se mueve no sale en la foto, aunque en la reserva, en las Nuevas Generaciones, ya se perfilan relevantes valores de la oratoria como su presidente, Pablo Casado, que para animar la bulgaridad del neocon-greso ensartó perlas oratorias como ésta sobre Mayo del 68, un movimiento protagonizado, según el neo-líder, por jóvenes "que destrozaron las calles porque no tenían nada que hacer", no como él, que pertenece a esos laboriosos jóvenes "que tiramos con nuestras manos el muro de Berlín".

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