Enrique Puig, fundador de la Copa del Rey de Vela y empresario
Era consejero de la firma de cosmética catalana que lleva su apellido y un apasionado del mar
Su aroma era sin duda el del Mediterráneo. El mar era la gran pasión de Enrique Puig (Barcelona, 1939), uno de los empresarios catalanes más conocidos por pertenecer a la segunda generación de la familia Puig, la saga de los olores por antonomasia.
Puig presidía la junta de accionistas del grupo de perfumería y cosmética catalana, uno de los mayores imperios del sector en el mundo. Pero también era la imagen y el alma del mundo de la vela. Durante más de 20 años patrocinó la Copa del Rey de Vela, desde hace 10 presidía el Salón Náutico de Barcelona y en 2003 tomó las riendas del club náutico de la capital catalana. Enrique Puig falleció el jueves a los 68 años en el hotel en el que se alojaba en Sevilla. El empresario catalán había acudido a la capital hispalense para asistir a la presentación de la edición española de la revista Vanity Fair.
De trato afable y jovial, era el menor de los cuatro hijos de Antonio Puig, quien fundó la compañía en 1914 con pequeño negocio de distribución de perfumes franceses en un local de la calle de València de Barcelona. La firma fabricó en la década de 1920 Milady, el primer lápiz de labios español, y en 1940 lanzó Agua Lavanda Puig, que poco tardó en convertirse en un superventas. En los años ochenta las fragancias Quorum, Agua Brava o Azur ya recorrían medio mundo, y más tarde también lo harían las marcas Carolina Herrera, Paco Rabanne y Nina Ricci.
Puig se interesó sobre todo por la comunicación de un gran grupo con delegaciones en 23 países que el año pasado facturó 954 millones de euros. A pesar de que la tercera generación ya ha tomado las riendas de la empresa, nunca se desvinculó de ella. Presidía la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética y dirigió la patronal europea del sector. Sus colaboradores también destacan de él un profundo sentido de la ética que provenía de una tradición familiar por la que la saga imponía normas y límites que no se podían sobrepasar en la empresa.
Su dedicación a la compañía no le impidió ser uno de los referentes de la náutica española. Impulsó la Copa del Rey de Vela hasta convertirla en la más prestigiosa competición del Mediterráneo. Su amistad con la Casa Real lo llevó a ser el armador del conocido Azur de Puig, el barco con nombre de aroma femenino con el que la infanta Cristina participaba en las regatas. Dejó la primera línea de la Copa del Rey, pero nunca de la vela. Su empeño por la náutica lo llevó a expandir e internacionalizar el salón sectorial de Barcelona y a crear una nueva competición en la capital catalana al frente del club náutico de la ciudad, esta vez de barcos clásicos. Ayer el mar tuvo que sumarse al pésame.
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