El 'culebrón' de Nicolas Sarkozy
La directora Marina Zenovich quiere llevar al cine la vida del político
La vida del presidente Sarkozy da para mucho. Ahora, una directora de cine, la norteamericana Marina Zenovich, que acaba de estrenar un documental sobre los escándalos sexuales por los Roman Polanski tuvo que dejar EE UU en 1978 (Roman Polanski: Wanted and desired), quiere llevarla a la pantalla. "Es un culebrón", dice. "Me interesa la manera en que quiere cambiar Francia, pero no es posible olvidar el lado folletinesco de su vida amorosa".
En su día, Zenovich hizo algo parecido con el empresario y político Bernard Tapie, sin contar con su visto bueno. El presidente Sarkozy, el primero en Francia del que se sabe que no le votó ninguna de sus dos últimas esposas -ni Cécilia Seigner, que se abstuvo, ni Carla Bruni, que prefirió la candidata socialista-, es hoy un personaje más popular por su pasión por el famoseo que por la eficacia de sus medidas políticas.
Durante la campaña presidencial, Nicolas y Cécilia se separaron y se reconciliaron para luego, tras la victoria electoral y utilizar a Cécilia como diplomática para obtener del coronel Gadaffi la liberación de las enfermeras búlgaras, proceder a un divorcio-exprés.
Luego vino la boda con Carla, "Carlita" como él la llama, antigua modelo reconvertida en cantante. Y por primera vez, la mujer del presidente alterna la promoción de su último disco con ir a recibir al Papa al aeropuerto. En cualquier caso el desparpajo de nuevo rico -fotos en yates, enormes relojes, cadenas de oro, hoteles de superlujo- que caracterizó la época Cécilia ha dado paso -bajo el influjo de Carla y de sus consejeros de imagen- a una presidencia menos bling bling.
A pesar de ello Sarkozy no deja de ser protagonista, ya sea destituyendo al prefecto que no protege en Córcega con suficiente celo la mansión de un amigo actor, ya sea logrando que su hijo Jean, de 23 años, se case con una multimillonaria al tiempo que retoma el feudo municipal de su papá. Una República hereditaria.
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