Uno contra todos
Los vecinos de Viana do Bolo denuncian a una familia por amenazas de muerte
Hace 10 años, en la plaza de la aldea de Castro, esa explanada en torno a la que hacen corro las casas apiñadas, siempre había ruido. Los viejos, que aquí son la mayoría, mataban la tarde al fresco. Sus nietos, de vuelta por vacaciones, caían una y otra vez de la bicicleta. Hace 10 años, Castro era una aldea normal. Una como otra cualquiera. Una aldea cada vez más desvencijada, que perdía población año tras año y la recobraba de golpe por las fiestas.
Pero los hijos emigrados de los viejos han dejado de venir a este rincón de Viana do Bolo. Tienen miedo de dejar a los niños sueltos por la plaza aunque apenas pasen coches. Tienen miedo, incluso, de atravesar ellos mismos una calle si van solos. "Ahora, Castro es un pueblo fantasma. Y si se sale de casa, hay que salir en grupo", comenta una vecina que, como los demás, prefiere que no se revele su nombre: "Si no queda más remedio, ponedlo, pero preferiría que no saliese. Por mi niño y por mi madre, que vive sola en la aldea. No quiero que vuelvan a atacarla, porque tardó tres meses en recuperarse de la paliza que le dio el Jabalín".
"Mi madre tardó tres meses en recuperarse de la paliza que le dieron"
"Si queremos salir de casa, tenemos que hacerlo en grupo"
O Jabalín es José Antonio Páez, el cabeza de familia de los Páez Pérez, denunciados en 42 ocasiones por los vecinos por diversas agresiones, insultos, amenazas y boicoteos de servicios colectivos como el del agua de la traída. O Jabalín tiene este alcume porque es un hombre "nocturno". "Trabaja de noche el campo y muchas veces duerme por los caminos. Da pánico verlo venir de frente con el tractor", cuenta esa vecina que en realidad ya no lo es, porque al casarse prefirió cambiar de aldea. "Castro ya no es un lugar en el que se puedan criar los niños".
Los Páez, un matrimonio con dos hijos que rondan la treintena y una abuela que, como los demás vecinos, tampoco sale mucho de casa, son viejos conocidos de la Guardia Civil. Acumulan demasiadas quejas, demasiados pleitos en los tribunales. Los Páez fueron denunciados hasta por el Ayuntamiento. Los problemas gordos comenzaron en 2001. Entonces, la familia, que ya no se trataba con casi nadie, "empezó a mostrarse agresiva". El gobierno local tuvo que cambiar el proyecto de un camino porque pasaba por las leiras de los Páez. Luego, pasó lo del agua. "Cortaban el abastecimiento, de noche vaciaban los tanques que nos surtían a todos". Un día, una mujer estaba en el soto de su propiedad apañando castañas y José Antonio Páez llegó y empezó a abrir erizos como si tal cosa. Ella le dijo que, si quería coger castañas, fuese a por las suyas, y él le respondió tumbándola a patadas. La maltrecha vecina presentó una denuncia, una de las primeras denuncias, y ganó el juicio. Hoy, el pueblo, contra Páez, ya ha ganado unos cuantos.
Este verano, la situación se volvió "insoportable". A primeros de agosto, José Antonio Páez hijo se presentó en casa de una tía suya de 86 años, la acusó de matarle un perro y la amenazó: "Puta, voute matar, desta noite non pasas", le gritó, colocando una bombona debajo de su balcón. A los diez días de este suceso, ocurrió algo parecido con otra mujer como víctima. De nuevo, con el mismo argumento del perro apaleado, María, la hija de los Páez, cortó el paso a la vecina. "Iba armada con un palo, y me dijo: 'Se tes ovos pasa por riba de min". A una señora que estaba presente, el pavor le causó un ataque de asma. Por su parte, la amenazada en esta ocasión cayó redonda al suelo. Se había desmayado, y cuando despertó sufrió una crisis de ansiedad. Esa noche la llevaron al médico y pasó un tiempo de baja.
Al fin, después de ocho años, los vecinos de Castro acordaron presentar una denuncia conjunta por amenazas y coacciones en la Fiscalía de Ourense. El escrito, que pide "medidas penales y cautelares", va firmado por 22 personas, aunque en la aldea son sólo 15 almas. En él afirman que todos los miembros de la familia (salvo la abuela) "han ido casa por casa, amenazando de muerte a los vecinos" y asegurándoles que "van a quemar sus propiedades". Además, hablan de lo peligrosos que son los tres perros de la familia, "sobre todo el gris y negro". Es tanta la obsesión por este can, que un vecino sigue perdiendo el tiempo en buscar en libros "de qué raza es". Pero no la encuentra.
Los viejos de la aldea repiten una y otra vez que ellos no se han vengado maltratando a ningún perro. "Los animales son como son, pero no tienen la culpa", dicen, "los culpables son los dueños, que ya han comprado seis casas y quieren acabar echándonos a todos". La Guardia Civil no pierde ojo. "Viene casi todos los días por el pueblo". Y el alcalde, Andrés Montesinos, confirma el pánico que cunde en Castro: "Se me queja todo el mundo". Los denunciados lo niegan todo y se remiten a "lo que salga del juicio".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.