Castillón y el Extremo Occidente
Ayer, en la librería de lance de la calle de Canuda, me encontré con Juan Carlos Castillón. La encargada de la librería llevaba guantes de látex, de esos que usan los médicos y los asesinos. Bajamos al sótano por una estrecha escalera que huele a humedad (como la del palacio del vengativo Montresor en La barrica del amontillado), prendimos la luz y nos encontramos en una sala larga y desnuda, ocupada únicamente por estanterías de mecano llenas de libros y de historias. Libros antiguos, libros subrayados y con notas al margen, firmados por señores desconocidos en la página de respeto. Era interesante escuchar a Castillón contando una anécdota sobre un libro, y otro, y otro, libros que conocía bien pues en Miami, adonde llegó huyendo de la policía española y de una guerra centroamericana, comerció con ellos durante cerca de 20 años y conoció muchas bibliotecas particulares del viejo y del nuevo mundo que desde un naufragio vital -ruina, exilio o muerte- llegaban hasta sus manos, también enguantadas en látex. Tesoros bibliográficos, ediciones príncipe valiosas y saldos, incunables, subastas, exilio, ávidos coleccionistas: de ese mundo doblemente literario se despidió, meses después de los avionazos del 11 de septiembre del 2001, para regresar a Barcelona convertido en erudito en historia americana entre otras materias, y en escritor él mismo: desde entonces ha ido publicando en Debate Amos del mundo (un ensayo sobre diferentes teorías conspirativas) y las novelas La muerte del héroe y Nieve sobre Miami. Su nuevo libro, Extremo Occidente, llegará a las librerías la próxima semana.
Es una recapitulación de lo que Castillón vivió en Estados Unidos, para explicar a los lectores europeos las razones de algunos fenómenos llamativos y para corregir errores de juicio que frecuentemente se cometen al juzgar aquella cultura y política. "Es una sociedad que no comprendemos; por eso en todas las elecciones a la presidencia americana Europa da por vencedor al candidato que luego pierde. De ahí el título del libro: sugiere que aunque vestimos y comemos igual que los americanos, su mundo mental es tan remoto para nosotros como los japoneses del Extremo Oriente", me explica, mientras tomamos un café en el patio de al lado. Es un hombre de incansable locuacidad, y una enciclopedia andante. "Los europeos somos hijos de una modernidad fundada en la Ilustración, el pensamiento racional, los valores de la sociedad urbana, etc.; sus valores, en cambio, descansan en un movimiento religioso anterior, el Great Awakening, muy influyente en las masas que participaron en la guerra civil, y en elementos de cohesión interna como la televisión, el papel fundamental de las Iglesias, la educación pública, que no sigue un programa multicultural sino de inmersión... y la guerra, como puerta de acceso de las diferentes nacionalidades inmigrantes al respeto de la comunidad y la ciudadanía moral, y en algunos casos, también legal".
El año pasado Castillón tuvo que operarse, y aún se admira de no haber tenido que pagar ni un duro. "La tan denostada Seguridad Social española es maravillosa. En USA el ciudadano es más libre, pero está más desprotegido y si enferma, se arruina. Los europeos tenemos el Estado como una garantía, mientras allí el poder del Estado se va reduciendo: desconfían del Estado porque son inmigrantes que huyeron de países donde éste no funcionaba o sólo funcionaba de forma represiva; de ahí y de la supremacía de los valores del campo (pues los americanos son campesinos emigrados) deriva la importancia del permiso de armas...".
Le pido un pronóstico electoral, y apuesta, "a riesgo de meter la pata", por McCain: "El problema de Obama no es que sea negro, sino que en su currículo hay demasiados blancos: no ha combatido, no ha trabajado en ninguna corporación, no tiene experiencia en la Administración pública, y a mitad de campaña ha tenido que cambiar de iglesia porque su predicador de cabecera no era presentable. Todo esto tiene mucha importancia, allí...".
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