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Reportaje:

La apoteosis del "oeee"

Chris Martin y sus Coldplay se proclaman los reyes del himno

Carlos Marcos

Con todo el escenario tapado por miles de papelitos azules, rojos, amarillos, verdes... que habían caído del techo del pabellón. Con Chris Martin, muy travieso toda la noche, echándose confeti sobre su cabeza mientras interpretaba una abrumadora Yellow. Con las 15.000 gargantas que llenaban el recinto coreando por enésima vez "oeee, oe, oe, oeeee". Así finalizó el apabullante concierto de Coldplay en Madrid, con el que se proclamaron, por si alguien aún no se había enterado, los reyes del himno.

Incluso embutido en una casaca abotonada de estilo francés, diseñada por un amigo y remendada con retales de colores por él mismo (el colmo de la originalidad), asándose de calor, allí, en el escenario, Chris Martin, jefe de Coldplay, se muestra como un tipo asquerosamente envidiable.

Aun esquilmando la doliente forma de cantar de Thom Yorke, fue estupendo
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Además de formar parte de los treintañeros (cuenta 31) millonarios (dato nada desdeñable con la que se nos viene encima en materia económica), el hombre es solidario, efectúa aportaciones a varias ONG, es razonablemente guapo, comparte alcoba con una estrella de Hollywood (la actriz Gwyneth Paltrow)... Se ignora cómo un chaval con la cabeza tan bien amueblada bautizó a uno de sus dos hijos como Apple (Manzana). Sabe dios lo mal que lo va a pasar la cría en el colegio.

A pesar del desliz, un tipo envidiable, sí señor. También por lograr que 15.000 personas agotasen, a 45 euros, y con varias semanas de antelación, las localidades de un hervidero, el que fue anoche el Palacio de los Deportes.

Está bien, pongámosle pegas al espectáculo. Como, por ejemplo, que hay ocasiones en las que Martin parece llevar un disfraz fenomenal, porque debajo podría estar Bono: hasta le copia la forma de amarrar el micrófono. O Thom Yorke, de Radiohead, al que Chris esquilma su doliente forma de cantar. Claro que se queda en eso, en una doliente imitación.

Pero son pequeñas y sabidas menudencias del intérprete inglés, que no pueden ensombrecer un concierto estupendo.

Con un sonido espectacular desde el minuto uno, Martin se muestra como el mejor maestro de ceremonias: habla casi todo el concierto en español, se contorsiona, toca guitarras y piano y expande esa voz sugerente, que parece estar siempre levemente constipada.

Su presencia es tan avasalladora que los otros tres miembros del grupo parecen meros figurantes.

Ayer, en ese abarrotado y entregado Palacio de los Deportes, repasaron su nuevo y último disco, Viva la vida. Tocaron casi todas las canciones de este último álbum y colocaron al principio del repertorio In my place, en uno de los momentos de la noche.

Había finalizado el concierto hacía media hora cuando todavía algunos asistentes enfilaban la Plaza de Dalí entonando un sonoro "eoooooo". Una envidia de chico este Martin.

MANUEL ESCALERA

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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