Compro oro
Con la crisis parece que retrocedemos a los tiempos de Atraco a las tres o Los tramposos. Se recicla el timo de la estampita en variadas formas, nos volvemos locos con la lotería, hay que llevar la mano en la cartera y los bolsos debajo del sobaco porque los descuideros se han echado a la calle como nunca y dan lugar a estupendos reportajes televisivos donde podemos ver cómo nos roban. Otros atracos son de puertas para adentro. Por ejemplo, si se compra una casa, puede que se lleve una sorpresa cuando se entere de que los electrodomésticos que le han instalado son de segunda calidad, lo que significa que vienen con algún defectillo de fábrica. Esas pequeñas cosas en las que no cae uno. Luego están el recibo del teléfono, de la luz.
Que me corroen las ganas de hablar y no tengo a nadie a mano, pues hablo sola
Gastamos mucho en móvil, tendríamos que pensar más y hablar menos. Desde que tenemos móvil nos hemos acostumbrado a pensar sobre la marcha, mientras lo vamos soltando por la boca. Hemos llegado al punto en que si no verbalizamos, nuestra mente no se activa. Personalmente, estoy reduciendo al mínimo las llamadas y una vez que compruebe que puedo pasar sin teléfono, cancelaré los contratos y sentiré un gran placer cuando no me llegue ningún recibo. Que me corroen las ganas de hablar y no tengo a nadie a mano, pues hablo sola y eso que me ahorro, y así además hablo de lo que quiero y no tengo que escuchar lo que dice el otro. Por lo visto, según estudios recientes, es bueno mantener una charla telefónica unos diez minutos al día con algún amigo o familiar.
No recuerdo si el estudio decía que la conversación debía ser telefónica, el caso es que no me la imagino de otra manera. ¿Quién es capaz ya de mantener un cara a cara de 10 minutos hablando? Las conversaciones más distendidas son por Internet, luego viene el teléfono y finalmente la presencia de todo el cuerpo, por llamarlo de alguna manera, el contacto visual. En el primer caso no conocemos ni la voz, ni la cara, ni siquiera la letra (¿en qué acabará la caligrafía?, ¿y la grafología?), en el segundo sólo la voz, y en el tercero todo lo que se puede conocer a simple vista. Lo que es demasiado porque a nadie le interesa ya conocer a otro semejante tan profundamente. Le interesa tenerlo por ahí, revoloteando en su imaginación, pero no saber si está triste o alegre o si le duele el hígado. Eso de tener que responder con sonrisa a una sonrisa, de tener que empatizar con los gestos y ademanes del que está enfrente, ese sutil juego, se reserva para el tema amoroso del más alto nivel.
Pero estas líneas no van de comunicación humana, sino de picaresca callejera, de pillaje como el que están perpetrando los ladrones de cobre en nuestra comunidad. Por cierto, que dos de las instalaciones más saqueadas son las de Telefónica y las compañías eléctricas. Esperemos que no nos lo carguen en el recibo. Para qué ir a buscar el cobre a lejanas y trabajosas minas cuando lo tenemos a mano. También se roba bronce. Si nos apuramos un poco no hemos salido del Neolítico en cuanto a los metales más valorados. Por supuesto, en este contexto el oro se ha puesto por las nubes. Vuelven a aparecer los carteles, que tanto me llamaron la atención cuando de pequeña vine por primera vez a Madrid, de "Compro oro". Pensaba entonces que la persona que compraba oro tendría que ser la más rica del mundo y la más avariciosa, puesto que quería más y más oro. Y no andaba desencaminada, una de las mejores inversiones ahora mismo es el oro. Su parecido con el sol y su escasez vuelven a cotizar alto. Y la fantasía se funde con la realidad porque, incluso para el menos soñador, los lingotes, las joyas deslumbrantes y los tronos dorados pertenecen al mundo de los cuentos.
Una fantasía sin límites. Las mil y una noches o Alí Babá y los cuarenta ladrones tendrían que haberse escrito con ese ordenador portátil del anuncio (un producto real para tiempos de crisis económica), hecho de oro con diamantes, acompañado de su correspondiente ratón "forjado en oro con 59 brillantes". Por supuesto el pendrive va haciendo juego en el susodicho oro con pavés de diamantes. Y no puede faltar el móvil del mismo lujo. ¿Se imaginan tener un móvil así y olvidárselo en un bar? También ésta es una manera de comprar oro. Lo que no pase en tiempos de crisis...
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