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DESDE MI SILLÍN | Vuelta 2008 | 7ª etapa
Columna
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Diario de la tarde

Punto de partida: sábado 6 de septiembre, 19.31 en el kilómetro 14 de la PG2, la carretera que constituye la columna vertebral del Principado de Andorra. Estoy recostado en uno de los asientos del autobús de mi equipo. Cualquiera que se fijase en mí en este momento tendría espontáneamente una expresión para describirme: parece medio muerto. No puedo verme -afortunadamente-, pero creo que esa descripción no andaría muy lejos de la realidad.

La etapa terminó para mí hace aproximadamente una hora. Los primeros terminaron un rato antes, pero eso no es de mi incumbencia. Nada más acabar tuvimos que descender aún cuatro kilómetros sobre la bicicleta para encontrar los coches de los equipos. Esos kilómetros, más los 10 neutralizados, más los de la etapa en sí misma, completan la cifra del día: 240 kilómetros para el cuerpo. Muchos de ellos, acompañados por una intensa lluvia, por cierto. Una vez en los coches, tocó descender el puerto, en cuya base nos esperaba el autobús. En los intervalos entre curva y curva, aprovechábamos para irnos quitando la ropa empapada y sustituirla por la seca. Al de unas cuantas curvas, conseguí vestirme por completo, pero pagué caro el hecho de no prestar atención a la carretera llevando el estómago vacío. Así que ahora, además de recostado y medio muerto, estoy cansado, hambriento, ligeramente destemplado y, por si fuera poco, mareado.

Además de medio muerto, estoy cansado, hambriento, destemplado y mareado
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19.42. Acabamos de llegar al hotel. Una cama y una ducha caliente, ése es mi horizonte. Lo tengo en mente desde que empecé a sentir mi cuerpo empapado poco después de las 11 de la mañana en los primeros kilómetros de la etapa: aguanta, aguanta, que, al final, tendrás una cama limpia y una ducha caliente, garantizado. Abandono estas líneas por momentos. Espero que no sea difícil de entender que ahora mismo tengo mejores cosas que hacer. Volveré más tarde.

20.16. La situación ha mejorado considerablemente. La verdad es que no acabe la etapa completamente fundido, bastante peores he sufrido. Terminé considerablemente entero, pero el hambre y el hecho de no poder probar bocado debido al mareo fue lo que me debilitó. Una vez en el hotel, aseado y con el estómago estable, he podido comer algo y he recuperado rápidamente la vitalidad. Me tumbo boca arriba y trato de poner la mente en blanco: una forma como otra cualquiera de buscar el reposo. Estoy enganchado a un libro, aprovecho cualquier momento libre para devorar unas páginas, pero ahora no es el momento, ahora no estoy lo que se dice desocupado, estoy en pleno proceso de recarga.

20.48. Me llaman para el masaje, hoy andamos tarde para todo. Qué diferencia con el día anterior en el que todo transcurrió relajado. Trataré de recuperar para mañana, que será un día corto, pero complicado. Quizá mañana pueda contar algo nuevo, quizá mis neuronas funcionen de nuevo al ritmo acostumbrado. Pero hoy lo dejo por aquí, que, como tarde un par de minutos más, El Potro (mi masajista) se va a estresar más de lo que ya está. Y luego hay que aguantarle...

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