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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los placeres de la vida y otras herencias

Guillermo Altares

"Placer: la forma menos detestable del tedio", escribió Ambrose Bierce en el mayor compendio de cinismo que ha dado la literatura universal, El diccionario del diablo. Y, como siempre, el gran escritor estadounidense tiene su parte de razón: el placer es quizás lo único que, al final, nos salva del tedio de la vida. Es algo sobre lo que el hombre ha reflexionado desde los albores de la filosofía y que encontró su máxima expresión en las escuelas helenísticas, que forjaron un pensamiento para tiempos de crisis. Los epicúreos abrazaron el placer como forma de supervivencia en un mundo incierto mientras que los estoicos llegaron al mismo sitio (blindarse frente a las inclemencias de un universo peligroso) por el camino contrario, aunque en el fondo la clave estaba en lo mismo, en la importancia que el placer puede tener para la vida.

Placer contra placer

Jesús Ruiz Mantilla

Aguilar. Madrid, 2008

183 páginas. 16 euros

Éste es el telón de fondo sobre el que el periodista de EL PAÍS y novelista Jesús Ruiz Mantilla ha construido su nuevo libro, Placer contra placer, una divertida y muy entretenida reflexión sobre la principal herencia que le dejó su padre, una frase: "¡Qué bien se vive cuando se vive bien!". El ensayo de Ruiz Mantilla, cuyos secretos ha ido revelando a lo largo de varios meses en La ventana de la SER, tiene algo de memorias, de recuerdos de días felices, incluso en tiempos desdichados. Sólo así, por la inmensa fuerza de la memoria, se explica que alguien sea capaz de unir en sus placeres el iPod con una comida familiar, una tarde de fútbol con un bocadillo bajo la lluvia en un parque de París, El Padrino con los sabores de la infancia que emergen como le ocurre al narrador de En busca del tiempo perdido: a través de los olores y las imágenes.

"Ese cruasán parisino en plena calle, ¿qué tiene que envidiar a una buena sesión en un tres estrellas Michelin al cabo de los años? A veces, nada. Puede ser la nostalgia. Pero es que todos los viajes que emprendemos a un lugar que nunca hemos pisado nos llegarán a producir morriña de esa primera vez", escribe Mantilla en una frase que resume con bastante precisión el espíritu del libro. Pero el placer tiene una cara B, un rostro oculto, de ahí el contraplacer del título. Los viajes pueden ser maravillosos, incluso las aventuras cercanas pueden cambiar nuestra vida, pero también tienen el poder de arrastrarnos a una pesadilla, inolvidable sin duda, porque la memoria es menos selectiva de lo que nos gustaría. La cultura puede ser un refugio y un espacio único para la libertad, pero también, como escribe el autor, un escaparate "del esfuerzo inútil, de la paciencia colmada por la falta de talento financiado, del aburrimiento".

Al final, este libro de Ruiz Mantilla trata de transmitir una única enseñanza al lector. "Es hora de echar mano de todas las armas que convengan y hagan crecer nuestra felicidad, hora de recuperar el placer como una virtud llevándole la contraria a otros filósofos clásicos como Séneca, que más que explorarlo lo niega en su escrito Sobre la felicidad". El consejo que sobrevuela todo el ensayo es el mismo con el que André Gide arranca sus Alimentos terrenales: "Y cuando hayas leído este libro, tíralo y sal. Me gustaría que te dé el deseo de salir, de la ciudad, de la familia, de tu habitación, de tu pensamiento". -

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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