Ljiljana Buttler, el alma gitana del Este
Las crónicas gustan proclamar a Ljiljana Buttler "la Ella Fitzgerald de los Balcanes" o "la Billie Holiday gitana", y a ella no parece importarle en absoluto. "En el fondo, mi música comparte ese espíritu triste, profundo y sombrío que tenían Billie, Ella o Mahalia Jackson", reflexiona. Pero añade, contra pronóstico: "También mi voz le debe mucho a Sarita Montiel. De pequeña, cuando me ganaba la vida vendiendo flores, sus películas tenían un gran éxito en la antigua Yugoslavia. Yo me colaba en las salas y, aunque no le entendiera una sola palabra, siempre terminaba llorando con ella...".
Ljiljana Buttler tiene 63 años, miles de horas de escenario en bares y cafés, un físico voluminoso, la voz curtida con muchos tragos de slivovice (el típico licor de ciruela) y el orgullo indisimulado de quien, tras décadas de ostracismo y desprecio, ve cómo su trabajo al fin se reconoce en todo el mundo. En 2002, Dragi Sestic, un bosnio refugiado en Holanda que ya había producido a Mostar Sevdah Reunion, la persuadió para que regresara al mundo de la farándula. El resultado, The mother of gypsy soul, la catapultó a la primera división de los ritmos étnicos. "Yo tuve la suerte de que Dragi me diera a conocer", admite Buttler, "pero son muchas las cantantes gitanas, algunas mejores que yo, aún condenadas a la oscuridad. A los gitanos se nos comenzó a marginar en la época de Tito, a prohibir que asistiéramos a la escuela, y esa losa todavía pesa".
Ahora acaba de publicar en España un segundo disco internacional, The legends of life (Snail Records/Karonte), escogido por la BBC como una de las diez mejores obras de 2007, y prepara una tercera entrega "algo más jazzística". Aunque lo que sucede cuando se coloca frente a un micrófono entronca siempre con la impredecibilidad. "Canto de forma genética. No tengo que ajustarme a ningún canon establecido del soul y el blues balcánico. Sale así, sin más".
Dice que su música gusta "porque se escapa de esas baratijas comerciales que suenan por la radio", pero no le acaba de satisfacer la actual eclosión balcánica. "Está todo demasiado influido por lo que ha hecho ese chico, Goran Bregovic", protesta con cara de pocos amigos. "Ha expoliado la música gitana, pretende robarnos de cualquier manera el alma y la emoción. Quizás se enfade conmigo, pero no me importa". Y se atusa la abundante colección de sortijas, una concesión a su productor en días de trabajo. "No soy nada coqueta. Si por mí fuera, actuaría e iría a todas partes en pantalón de chándal. Sestic es quien se empeña en explicarme que el negocio es así...
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