_
_
_
_
LLAMADA EN ESPERA | ARTE | Exposiciones
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vaya con la autoría

Estrella de Diego

No sé por qué motivo pero todo lo relacionado con las atribuciones y las autorías me da un poco de agobio. Será porque para "atribuir" o "des-atribuir" hay que tener eso que muchos comentaban con exasperación respecto al crítico americano de los cuarenta del XX Clement Greenberg. Me refiero, claro, al "buen ojo", el que funciona por pálpitos casi; el que dice esto debe (o no debe) ser de tal pintor. Pues claro que hay documentos -o los hay al menos en algunos casos-, pero probar la autoría de una pieza es a veces complejo, sutil. Sobre todo, es con frecuencia un ejercicio de poder de quienes poseen ese "buen ojo" que luego, si la suerte acompaña, se afianzará a través de papeles fidedignos.

O no. Da igual: la duda está sembrada. Suele empezar por un trazo sospechoso, apenas nada -¿a que no va ser de Leonardo? Y sin mediar mucho debate la National Gallery se queda sin un leonardo emblemático. O el MOMA sin un pollock. O el Prado sin un goya.

Y no es que moleste que las obras cambien de autor: en absoluto. Los estudios de género han probado cómo tantas atribuciones han adjudicado piezas excelentes pintadas por mujeres a artistas hombres más conocidos que ellas. Artemisia Gentileschi es el caso más manido y en este momento uno de los más indiscutibles respecto a las omisiones del discurso hegemónico, tanto que ha pasado de ser la hija y discípula de Orazio Gentileschi a presentarse como la alumna resplandeciente de un pintor menor. Orazio es ahora el "padre de Artemisia". Lo mismo ha ido ocurriendo con Sofonisba Anguissola, educada junto a sus hermanas en las prácticas artísticas y pintora de la corte de Felipe II que la animaba a casarse, cuentan. Carmen Boullosa, autora de una trepidante novela sobre Anguissola y con todos los ingredientes -pasiones, intrigas, amor, ultramar...- para encantar, seguro, también a quienes amen el arte -La virgen y el violín (Siruela)-, comentaba hace semanas desde estas páginas lo escurridizo de las atribuciones.

Sin embargo, más allá de estos asuntos, a mí esto de la autoría me da que pensar, a lo mejor porque me muero de envidia por no tener "buen ojo". O a lo mejor, sencillamente, porque el mundo está lleno de deliciosos falsos que forman parte de lo consensuado así, falsos como son: desde las chinerías del XIX -vajillas hechas ex profeso para consumo occidental- hasta el museo romántico de Madrid -con poco de decimonónico y mucho de puesta en escena de mitad del XX-, o la historia que siempre repetía un amigo y que recuperaba una muestra estupenda sobre falsos que tuvo lugar hace años en Londres, "la trucha peluda", una trucha forrada de piel porque venía de Alaska. Cuando alguien quiso retirarla del museo con buen criterio científico, llovieron las peticiones de los visitantes: aquel objeto debía volver aunque fuera un falso como parte de la historia personal de generaciones enteras.

Y es que no siempre hay que decir la verdad, hay que ser cautos cuando el "buen ojo" alerta -¿a que no va ser?-. Imaginen por un momento que fuera cierto que el Guernica de Madrid no es el auténtico, que se quedó en los sótanos del MOMA hasta nuevo aviso. O imaginen que fue en realidad pintado por Dora Maar -o a medias-. ¿Cómo cambiaría eso la vida del cuadro, la de Picasso, la de Maar, la suya, la mía? ¿Dejarían ustedes de ir a verlo por semejante nimiedad? ¿Qué vamos a ver cuando vamos a ver un cuadro? ¿No sería el mismo con otra autoría el Guernica de Picasso de Dora Maar? Pero nada de pánicos al ponerse a pensar en esta noticia, posible, como el resto de las atribuciones. No hay de qué preocuparse: he advertido que no tengo "buen ojo". .

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_