Touriño coincide con Quintana
El presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, afronta la recta final de la legislatura reforzado por su determinación de agotarla y estimulado por las tareas pendientes, tanto en materia de gestión como legislativa, en un clima de crisis que inquieta a trabajadores y empresarios y, en general, a toda la sociedad. Como líder socialista, Pérez Touriño vivió un verano sobresaltado y dominado por el deseo de amplios sectores de su partido de ir a las urnas este otoño. Finalmente, demostró tener más capacidad política como jefe de Gobierno que como líder de lo que parecía ser una jaula de grillos socialistas.
Si algo es evidente es que en su decisión no primó el interés electoral del PSOE, agobiado por las consecuencias de la crisis en el voto de la gente. Primaron el sentido común y la falta de argumentos para justificar el adelanto, y todo ello convergió con el criterio que defendía la oposición, lo cual puede interpretarse como una señal de responsabilidad del PP, pero también como que no tiene prisa por volver al Gobierno. Por momentos, Galicia pareció ser el mundo al revés: una parte de quienes gobiernan con estabilidad decían que convenía adelantar las elecciones y aquellos que están en la oposición rechazaban tener opción a anticipar su posible vuelta. Curioso.
Las principales carencias de PSOE y BNG están en lo que no les permite dar una imagen de unidad
Y no menos curioso fue también que Pérez Touriño terminase por asumir el discurso del nacionalista Anxo Quintana en todo este embrollo electoral, en el sentido de que, ante una crisis, el Gobierno tiene que dar la cara y seguir trabajando, en vez de convocar elecciones a destiempo. Trabajar y no especular es lo que procede ahora que hagan PSOE y BNG, cuyas principales carencias no están tanto en lo que hicieron mal como en lo que no hicieron y, sobre todo, en lo que no les permite proyectar una imagen de unidad en el Gobierno, por mucho que después se peleen en la calle sus respectivos partidos.
Dentro y fuera de Galicia hay una incógnita que despejar: ¿cuál es el titular del cambio? Manuel Fraga gobernó esta comunidad durante cuatro legislaturas y proyectó políticas e imágenes muy concretas, tanto en Galicia como en el resto de España. El bipartito es verdad que ha tenido mucho menos tiempo para componer su escaparate pero tampoco se le ven trazas de decorar siquiera una sola cristalera, sino dos.
Hay frentes en los que se observan avances de fondo, como la educación, la innovación, la sanidad pública, la vivienda, las obras públicas y el medio rural, los hay en los que todo sigue igual, como la gestión pública, y también existen políticas en las que, lejos de avanzar, se ha retrocedido, entre ellas una básica para la esencia de la democracia como es el control económico que ejerce la Xunta sobre muchos medios de comunicación, al haber asumido como útil el perverso modelo instaurado por el ex conselleiro Jesús Pérez Varela, sin parangón en el mundo occidental democrático. Los gallegos tienen derecho a saber que una parte sustancial de sus impuestos no se dedica a hacer más guarderías sino a mantener el alto nivel de vida de algunos empresarios de prensa. Los trasvases de recursos de la Xunta a ciertas empresas de comunicación mueven ya cifras de escándalo, cada vez más difíciles de maquillar, lo cual imposibilita que Galicia, lejos de tener unos medios de comunicación independientes, refuerce el papel de la prensa oficialista, al servicio del poder.
Los líderes del PP centran en público sus críticas a la Televisión de Galicia, al asociar sus informativos con una terminal del PSOE, pero cuando se expresan en los reservados también reconocen sufrir en los medios privados las peores consecuencias del sistema de ayudas ideado por sus compañeros, y que para nos situemos siguen comprendiendo, entre otras cosas, ayudas directas, publicidad institucional, convenios de colaboración, contratos de la Xunta y de sus empresas y organismos autónomos, pignoraciones, concesiones de licencias, encargos al sector privado desde la TVG y "sugerencias" -¿se dice así?- a ciertas empresas y entidades financieras para que "colaboren" -¿se dice también así?- con algunos editores de periódicos. En resumen, una vergüenza para la democracia.
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